Los devastadores efectos del coronavirus son especialmente crueles con los miembros más veteranos de la sociedad, indistintamente de cuáles sean los países afectados. La vulnerabilidad en el estado de salud de muchos ancianos antes siquiera de que llegara el azote de la pandemia les convierte en uno de los colectivos de alto riesgo y, por tanto, en una de las grandes prioridades a la hora de destinar recursos sanitarios en la pugna contra el covid-19. O al menos así debería ser. La realidad no siempre dice lo mismo, como se está constatando en el día a día de las residencias para personas mayores, el entorno habitual para buena parte de ellos.

Los graves déficits en la provisión de materiales de protección para residentes y trabajadores de estos centros, la desesperante demora en la realización de los tests virológicos y, en algunos casos, cierta relajación en los protocolos de seguridad, han acabado de crear un macabro caldo de cultivo. En ocasiones, dada la sobresaturación, los mismos centros sanitarios piden que no se traslade a los ancianos hasta allí, ofreciendo a cambio el envío de un facultativo a la residencia y, en definitiva, priorizando la provisión de los limitados recursos a pacientes con más esperanza de vida.

Controversias, carencias y errores de diferente calado que se acaban reflejando en los balances de siniestralidad de los ancianos de aquí y deallá, denotando la eficacia de la estrategia adoptada por las autoridades sanitarias de los diferentes países afectados por la pandemia.

EEUU: "Fuego en los matojos"

Semanas después de que el primer brote de Covid-19 en Estados Unidos arrancara en enero en una residencia de ancianos en Kirkland, un suburbio de Seattle en el estado de Washington, algunos advirtieron de que lo sucedido allí (el contagio masivo, la falta de preparación, al menos 37 fallecidos) era "un aterrador preludio de lo que podía estar por llegar". No exageraron. El coronavirus se ha cobrado al menos más de 10.000 vidas en los geriátricos de EEUU, una quinta parte de las muertes de la epidemia en el país. Pero se sospecha que los números son mucho más elevados porque solo 36 de los 50 estados ofrecen algún tipo de dato oficial sobre la situación en las residencias de ancianos, que ahora son uno de los mayores focos de preocupación, informa Idoya Noain.

Como dijo el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo,"cuando el coronavirus entra en los geriátricos es como fuego en los matojos". Y la fuerza de ese incendio no solo tiene que ver con la fragilidad y vulnerabilidad de los mayores y con problemas que se denuncian como la acuciante falta de pruebas para residentes y para personal o las carencias en material de protección, sino con patologías previas del sistema de residencias en el país, una industria ahora bajo intensificado escrutinio.

Más de millón y medio de personas están ingresadas y tres millones empleadas en 15.400 de estas instalaciones en EEUU, que en el 70% de los casos son privadas y solo en el 30% son gubernamentales o benéficas. Y ya antes de la crisis un tercio de los mayores o necesitados de asistencia estaban ingresados en residencias que no llegaban al aprobado en el sistema de graduación. De las privadas, más del 50% estaban infradotadas de personal. Y al menos nueve instalaciones (incluyendo la de Kirkland) están ahora bajo investigación federal por su actuación en la epidemia.

En seis estados de EEUU las muertes en residencias representan más de la mitad de sus fallecimientos por Covid-19. Y en otros, aunque el porcentaje sea menor, las cifras apabullan. En las residencias de ancianos de Nueva York, el estado más golpeado, han fallecido más de 3.500 personas, en Nueva Jersey se contabilizan más de 2.000 muertes y en Massachusetts más de 1.200.

Hace escasos 10 días que los Centros de Control y Prevención de Enfermedades han requerido que los geriátricos les den información directa. Aunque se han emitido algunas directrices nacionales (como restringir las visitas o un llamado a hacer pruebas), el eterno debate entre la responsabilidad federal y la estatal está abierto, y por ahora cada estado responde independientemente a la crisis.

En casos como el de Nueva York, por ejemplo, se ha obligado a las residencias a informar a residentes y familiares si aparecen casos y también a readmitir pacientes de Covid-19 (siempre que den garantías de que pueden cuidarlos). En otros, como Massachusetts, se ha optado por designar instalaciones específicas para contagiados para intentar evitar la propagación.

Reino Unido: La tragedia de los grandes olvidados

Los más frágiles, los ancianos, los impedidos, los enfermos mentales o terminales que viven en residencias están sido los grandes olvidados durante la epidemia de coronavirus en el Reino Unido. La tragedia invisible en esos centros ha salido a la luz cuando el contagio hacía estragos y el número de muertes se multiplicaba. Los responsables de un sector que cuenta con 11.300 centros, con más de 400.000 residentes habían alertado a las autoridades desde un primer momento de la falta de equipos de protección y de pruebas del coronavirus. La petición de ayuda no recibió apenas respuesta. Guantes, mascarillas, batas desechables escaseaban y la prioridad se dio al personal sanitario, informa Begoña Arce.

"Estamos viendo cómo se abandona a los residentes a las peores consecuencias del coronavirus en lugar de permitirles recibir tratamiento en los hospitales, ver a sus seres queridos o tranquilizarles gracias a un test", denunciaban en una carta, dirigida al ministro de Sanidad, Matt Hancock, los responsables de Care England, una organización que representa a la mayor parte de los grupos de residencias. En la carta se reprochaba la falta de material, la orden al personal de no llevar a residentes al hospital y el que "de manera rutinaria se les pida que firmen instrucciones de 'no resucitar'", a los gravemente enfermos.

De acuerdo con cifras oficiales, en Inglaterra y Gales habrían fallecido en las residencias 3.096 personas. En el sector se estima en cambio que han sido entre 4.000 y 7.000. El 'Financial Times' anotaba que se han producido 11.000 muertes más de lo habitual en los centros geriátricos desde el inicio de la epidemia. La falta de pruebas del coronavirus hace imposible conocer el número real de fallecidos o hacer un seguimiento de la propagación del virus en estos centros.

La epidemia de covid-19 ha mostrado las deficiencias de un sector permanentemente desatendido, falto de recursos y económicamente en precario. La mayoría de las residencias son privadas o concertadas, con las autoridades locales pagando parte del coste y ajustando su presupuesto a los recortes sociales que ha venido realizando el Gobierno. A pesar de ser trabajadores esenciales, las condiciones y salarios del personal en las residencias están por debajo de quienes realizan tareas similares en la sanidad pública.

Francia: "Un escándalo de salud pública"

"Hombres y mujeres mueren a diario en medio del silencio y la indiferencia de los servicios públicos encargados de protegerles. ¿Cómo me voy a callar si todos los días me pide ayuda el personal que va a trabajar con la angustia de no saber cuál de sus residentes morirá ese día o esa noche?". Corinne Coudereau, alcaldesa de Valdoie, un pueblo de 5.000 habitantes de Borgoña, lanzaba la voz de alerta sobre el drama de los geriátricos en un vídeo colgado en Facebook el 4 de abril. Dos días después, la Agencia Regional de Salud asumía la dirección de la residencia Rosemontoise en la que habían muerto por coronavirus 25 de sus 115 ancianos, 17 en solo 10 días, informa Eva Cantón.

En Francia han fallecido en los Centros de Acogida para Personas Mayores Dependientes (Ehpad, en francés) 8.654 de los 22.856 fallecidos por covid-19 desde el inicio de la epidemia, casi un 40% del total. En la región parisina el 60% de las residencias tiene al menos un caso y se teme una tasa de infección del 5%.

Detrás de esas escalofriantes cifras hay falta de medios humanos y materiales y una gestión desastrosa de la crisis que ha dejado al virus extenderse como la pólvora en las residencias. El 44% de los Ehpad tiene problemas para contratar auxiliares de enfermería y el 33% carece de médico coordinador a pesar de ser obligatorio, según la Dirección de Investigación, Estudios y Evaluación Estadística (DREES).

Entre el 31 y el 4 de abril, el 76% de las enfermeras no tenía mascarillas FFP2, el 49% ni siquiera quirúrgicas y el 59% carecía de batas, revela el Sindicato Nacional de Enfermeros. Tampoco se hicieron test ni a mayores ni al personal hasta el 6 de abril, 20 días después del inicio del confinamiento y con más de 2.400 muertos en geriátricos.

"Los problemas graves son antiguos. Se han sucedido los gobiernos, tanto de izquierda como de derecha, sin querer remediarlos porque nunca fue una prioridad", resume en la revista Marianne Vincent Lautard, enfermero y jurista especializado en derecho sanitario.

La tragedia ha llevado a muchas familias a denunciar a los Ehpad por negligencia. El abogado Fabien Arakelian representa a 10 de ellas y cuenta a EL PERIÓDICO que su principal reproche es la opacidad sobre el estado de salud de sus mayores.

El grupo empresarial Korian, líder europeo del sector con más de 300 residencias en Francia, está en el punto de mira. "Llegó a decir que no había ningún caso de covid-19. Hubo mentira, ocultación y negligencia", subraya Arakelian. El 10 de abril, la dirección de Korian admitió la muerte de 356 de sus residentes.

"Si tuviéramos que resumir la situación de los Ehpad en Francia diría que es un verdadero escándalo de salud pública en el seno de la crisis sanitaria. Una sociedad que trata de esta manera a sus ancianos, tiene un verdadero problema", concluye el letrado.

Italia: El error de mezclar ancianos con infectados

En Italia han muerto oficialmente unas 4.000 personas en las residencias para ancianos, sobre un total nacional de difuntos que este martes ascendía a 26.977. Pero los números totales no se corresponden con la realidad porque varios centros de análisis y la misma OMS, en un comunicado del pasado jueves, sostienen que "más la mitad de los muertos europeos han tenido lugar en las residencias para ancianos" (55%), informa Rossend Domènech.

España e Italia, los más afectados por la pandemia en Europa, son dos países que ilustran la "mentiras" -involuntarias- que esconden las estadísticas. En España han muerto oficialmente unas 40.000 personas, mientras que según el ISPI (Instituto para la Política Internacional) de Roma los muertos en la península ibérica son al menos 28.000 más. En Italia, los muertos serían 21.000 más de los que reflejan las cifras oficiales. La "mentira" afecta también a otros países de la UE.

Otro estudio, elaborado por la universidad Bocconi de Milán, la más prestigiosa de Italia en economía, añade que en porcentaje en Italia habrían muerto el 24% de los ancianos de las residencias, mientras que en España habrían sido el 52,7%.

De acuerdo con los datos filtrados por la Fiscalía de Milán, que investiga las muertes en 26 residencias, entre las causas habría un decreto autonómico de Lombardía que solicitó a las residencias de aceptar a los contagiados que la sanidad pública no conseguía atender, lo que se hizo mezclando a ancianos con infectados y prohibiendo al personal sanitario usar protecciones de seguridad "para no asustar a los huéspedes". La segunda causa fue seguir permitiendo que los familiares entrasen en las residencias, contagiando a los ancianos. La tercera es que se distingue entre ancianos muertos "por" coronavirus" y "con" coronavirus. A estos segundos les hicieron los análisis una vez muertos.

Alemania: Un tercio de los fallecidos

Aproximadamente un tercio de los fallecidos por coronavirus en Alemania (cerca de 6.000 personas hasta el 27 de abril) eran ancianos en residencias para mayores. Son cifras del Instituto Robert Koch, que al mismo tiempo apunta que casi un 20% de los ancianos infectados residentes en esos centros han fallecido, informa Andreu Jerez.

Las cifras podrían ser, sin embargo, muchos mayores. Los científicos alemanes reconocen que faltan datos sobre los motivos del fallecimiento de muchos ancianos desde que comenzase la crisis sanitaria generada por la pandemia. En todo caso, el colectivo de personas mayores que viven en residencias es considerado uno de los colectivos de mayor riesgo. Actualmente está restringida la entrada a cualquier persona que no sea personal de cuidado y laboral de las residencias de Alemania.

Recientemente, representantes del sector criticaron la falta de medios y también la sensación de haber sido abandonados a su suerte. "Hasta hoy sigue faltando equipamiento de protección", asegura a la agencia DPA Bernd Meurer, presidente de la federación alemana de este tipo de servicio social para personas mayores.

Según Meurer, por ejemplo, en muchas residencias las mascarillas sigue siendo un insumo escaso. Asimismo, el sector también pide más tests para los trabajadores. "No puede ser que una empleada de una residencia que se encuentre mal tenga que esperar 24 horas para recibir un test", asegura Meurer. La federación representa a 5.400 residencias con 330.000 plazas así como a 5.600 empresas que ofrecen cuidados a domicilio.

Alemania, uno de los países con menor tasa de natalidad del mundo industrializado y también más envejecido por la creciente esperanza de vida, lleva años arrastrando una alarmante falta de mano de obra en el sector. La crisis generada por el coronavirus ha vuelto a poner sobre la mesa dos temas que siguen sin resolver: los bajos salarios que arrastra el sector y también las duras condiciones laborales con largas jornadas laborales, estructuras por turnos y enorme flexibilidad.

El ministro federal de Sanidad, el democristianos Jens Spahn, ha prometido mayores tests para los trabajadores del ramo, más medidas y material de protección, y también aumentos en las tarifas salariales.

Bélgica: Residencias de alto riesgo

"Hemos dejado a las residencias de ancianos abandonadas a su suerte", se lamentaba hace unas semanas el epidemiólogo belga, Marius Gilbert, sobre la magnitud del problema al que se enfrentan los geriátricos belgas. Las 1.532 residencias y centros de ancianos existentes en Bélgica se han convertido en centros de alto riesgo y principal foco de la epidemia de covid-19. Uno de cada dos se han visto afectados y, según el último boletín publicado por el instituto de salud Sciensano este martes, de las 7.331 personas fallecidas hasta ahora, el 46% (3.350) lo han hecho en hospitales mientras que el 53% (3.980) han muerto en geriátricos, informa Silvia Martinez.

Pese a esta abultada cifra, solo el 12% de las personas mayores (460) que han fallecido desde que estalló la epidemia en Bélgica han dado positivo mientras que el 89% restante (3.480) son casos sospechosos que no han sido confirmados a través de un test. Se trata de personas que responden a los criterios clínicos de la enfermedad según el dictamen médico, pero que no han sido diagnosticados por medio de test. Un método de contabilizar que ha generado muchas críticas entre políticos y expertos ya que podría estar inflando artificialmente el número de personas muertas por coronavirus.

Aún así, el Gobierno federal defiende su metodología y aspira a aclarar la situación multiplicando los test a todas las personas mayores que residen en los 1.532 centros del país -820 en Flandes, 573 en Valonia y 139 en Bruselas- así como a los 18.000 trabajadores que les atienden. En las últimas 24 horas, por ejemplo, de los 64 ancianos fallecidos 51 son ya casos confirmados de covid19 mientras que solo 13 se consideran sospechosos. Un incremento que confirma la generalización de las pruebas. Desde el 10 de abril, se han realizado 84.635 test, 47.786 a trabajadores y 36.849 a residentes de los cuáles el 12% han dado positivo: 12% en Valonia, 14% en Flandes y 9% en Bruselas capital.

La siguiente gran prueba de fuego será la posibilidad de los familiares de hacer visitas a sus mayores que como en otros países han estado aislados de todo contacto. El consejo de seguridad nacional belga autorizó el pasado 15 de abril a realizar visitas aunque las protestas de estos centros por la falta de preparación y medios obligaron a paralizar la decisión, en manos de las regiones, hasta establecer una directrices claras. "Las personas mayores seguirán siendo un grupo vulnerable así que seguirá siendo esencial evitar el riesgo limitando los contactos", advierte Sciensano.