«Lo teníamos todo planeado. Mis padres y mis hermanos iban a venir a pasar el verano aquí a Michigan por primera vez», relata la cacereña Mamen Rodríguez Galindo. Reside en Estados Unidos desde hace tres años, tiene 26 y compaginaba sus estudios con ser profesora de español.

En un primer momento, se planteó volver a casa por seis meses y teletrabajar desde España, aunque con horario estadounidense. Sin embargo, no le dio tiempo a meditarlo mucho ya que la situación se puso tensa y los contagios se dispararon a los pocos días. «Ahí ya sentí miedo y tampoco tenía claro el tema burocrático. Si en una situación normal es una locura, no quiero pensar cómo sería en plena pandemia», sostiene. Finalmente, optó por quedarse por una razón: «Me da miedo ir y que al volver no me dejen entrar. En poco tiempo empiezo un doctorado», explica. «Ahora no tengo trabajo, por eso no sé cuándo podré volver a España. El tema de los visados es complicado. No me puedo arriesgar».

Sus compañeras de piso sí volvieron a sus casas antes de que se endurecieran las normas. Por lo tanto, ha pasado el confinamiento sola, aunque allí no hubiera medidas tan estrictas. «Siempre se ha podido salir a pasear y a hacer deporte». No obstante, su novio vive cerca y hace poco han vuelto a verse. «Ha habido momentos en los que me he sentido sola, y más aún estando lejos de mi familia. Todo se magnifica. Es como cuando caes enfermo y piensas en tus padres».

Enfermar para ella es otro hándicap. Forma parte de la población de riesgo al ser asmática y un inhalador le ha costado 60 dólares. Además de por su propia salud, ya que desconfía del sistema sanitario, no quiere imaginar cuánto podría costarle un tratamiento de coronavirus. «Mi seguro médico oscila entre los 300 y 400 euros por dos meses».

Con la incertidumbre de no saber cuándo podrá volver, tiene la esperanza de hacerlo por Navidad. «Menos mal que fui este año y estuve hasta el 5 de enero en Cáceres. Estuve a punto de no ir», recuerda.