Los dos comedores sociales de Badajoz han tenido que adaptar sus prestaciones a la nueva situación impuesta por la crisis del coronavirus que, como todas las crisis, se ceba con los más débiles. El comedor social Virgen de la Acogida, en la calle Martín Cansado, y el de San Vicente Paúl, en San Pedro de Alcántara, dejaron de poner las mesas y servir en platos la comida caliente, que sustituyeron por tuppers en bolsas, que los usuarios recogen a diario respetando la distancia en la puerta.

En ambos están atendiendo a todos los que se acercan, por muchos que sean y están siendo bastantes más. Han pasado de atender a un centenar, a superar los 140, con un incremento del 40%. Los nuevos usuarios responden a otro perfil. Muchos tenían trabajos sin contrato que ahora no pueden ejercer y no reciben ninguna prestación.

A la calle San Pedro de Alcántara iban antes entre 40 y 50 beneficiarios y ahora todos los días hay de 20 a 30 más. «Te encuentras a personas que antes nunca habían venido», constata la trabajadora social, Marta Franco. Este comedor está recibiendo 30 menús diarios de la campaña que puso en marcha la Fundación CB con Ibercaja para ayudar a los comedores sociales. Al Virgen de la Acogida acudían antes de esta crisis unos 50 o 55 beneficiarios y ahora recogen bolsas entre 68 y 70.

Muchos de los usuarios anteriores ya no van porque están confinados en el albergue provisional de Las Palmeras para personas sin hogar. Algunos ya han salido, porque los han echado o se han ido voluntariamente. Sí siguen acudiendo personas que habitan infraviviendas, sin luz ni agua, y que no se han ido a Las Palmeras. El incremento tiene que ver con gente que trabajaba en economía sumergida, que se dedicaba a recoger chatarra o a la venta ambulante en mercadillos y empleadas de hogar, que como no estaban dados de alta no tienen derecho a nada. También inmigrantes en situación irregular o pendientes de la protección de asilo.

Según Marta Franco, han ido algunos autónomos, pero no son muchos. «No han venido, bien porque están tirando de ahorros o pendientes de otro tipo de ayudas o porque les da vergüenza ir a pedir a un comedor, y les cuesta dar ese primer paso». Debido a la situación económica, los hay que están pendientes de Ertes, del desempleo o rentas extremeñas garantizadas que se quedaron colgadas, según la trabajadora social del Virgen de la Acogida, Sole Velázquez.

PRIVACIDAD / Esta profesional cuenta que cuando los van conociendo un poco más les preguntan la situación de sus familias, por si prefieren alimentos en crudo. Algunos los aceptan para cocinarlos en casa, en lugar de llevarse los tuppers. «Los ves que lo pasan mal, que sufren por tener que venir», describe la trabajadora social, que ahora no está haciendo ninguna valoración de los casos, porque dada la situación no se dan las condiciones. Como no pasan al comedor, no existe privacidad. Ella se pone en la calle pero no entra en detalle. «No les puedes decir nada, ánimo y ya está».

Ambos comedores reparten además lotes de alimentos a familias. El de San Pedro de Alcántara lo ha hecho ahora de manera excepcional a unas 40 familias. Mientras que el Virgen de la Acogida ya lo hacía con los servicio sociales del ayuntamiento, previa cita y ahora atienden a más beneficiarios, sin tener en cuenta de qué zona de la ciudad proceden. Han acudido 54 familias y algunas han repetido, mientras sus trabajadoras sociales les buscan otros recursos. Entre los beneficiarios hay inmigrantes en situación irregular que no tienen derecho a otras ayudas. «Hay personas que lo pasan muy mal y lo que queremos es que ellos puedan valerse por si solos». De todas formas, señala que ahora las entidades que reparten alimentos están más organizadas. Pero hay otros gastos, como la luz y agua, sin cubrir, pendientes de las ayudas. «La Administración es muy lenta y lo que hace falta es que lleguen ya, para que no tengan que venir a estos sitios»., valora Sole Velázquez. Por su parte, Marta Franco prevé que la necesidad persistirá durante más tiempo y que los comedores sociales tardarán en volver a las cifras de antes. «Porque hay gente tirando de ahorros y los que han perdido el trabajo tendrán que seguir pidiendo ayuda».

Cáritas atiende a mil personas más

Las necesidades se multiplican estos días y la previsión es que la atención se incremente en las próximas semanas y meses desde las instituciones y organizaciones que han redoblado esfuerzos y recursos para dar respuesta a los nuevos demandantes. Así, el número de usuarios que atiende Cáritas Diocesana Mérida-Badajoz en la provincia a través de las parroquias ha pasado de 8.000 a 9.000 en tan solo un mes. «La situación que nos espera es muy grave», reconoce el delegado de Cáritas Diocesana, Francisco Maya. Estas mil personas no necesitaban ayuda antes y ahora se han visto en la disyuntiva de pedirla, porque estaban viviendo al día y han perdido al trabajo, por lo que no son capaces de afrontar los gastos ordinarios. Ya se están atendido desde Cáritas. «La caridad no cierra», defiende Maya, y para ello se han reorganizado los voluntarios entre las parroquias, pues en algunas eran mayores.

Dada la situación, Cáritas ha elaborado un plan de acción por un plazo de tres años para ir actuando a través de las Cáritas parroquiales. «Ojala fuese antes, pero las circunstancias y la realidad van a requerir de nosotros compartir y por eso estamos invitando a la gente a que sea generosa y lleve un modelo de vida más austero; nuestro estilo de vida tiene que cambiar, desde cómo nos relacionamos a cómo utilizamos nuestros recursos materiales», dice Maya.

Para ayudar a paliar el impacto económico de la actual pandemia provocada por el coronavirus, el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga, puso en marcha a principios de abril el Fondo Diocesano de Comunión Fraterna, que será gestionado por Cáritas y que cuenta ya con más de 500.000 euros. En principio, este fondo, que canaliza el compromiso y la solidaridad a través del apoyo económico, se destinará a atender a los pueblos donde surjan situaciones de ayuda inmediata. El reglamento de uso ya está casi cerrado. La aportación inicial del arzobispado y de Cáritas fue de 200.000 euros.