A nadie le gustan los lunes. Por alguna razón es el día de la semana que más rechazo genera, quizá porque es el primero de la lista y cumple aquello de que los primeros serán los últimos o quizá porque, irrefutablemente, anuncia la despedida de ese descanso tan placentero como efímero del domingo y es preludio de otro ciclo que se antoja eterno hasta que llegue el próximo alivio del fin de semana. El lunes es el máximo exponente de la rutina, es el clímax de la normalidad. Sus cinco letras, autómatas, tienen escrito en cada una de ellas las reglas de los horarios y la moderación en las agendas.

Paradójicamente, por una causa devastadora que nadie tenía prevista, esas normas que estaban tan instituidas se han visto alteradas, todo lo que era normal ya no lo es, y ahora, este nuevo mundo en pausa ansía que lo que era en su momento siga siendo, incluso, ya sea dicho de paso, volver a encajonar a los lunes por absurdamente normales. Así, en ese tira y afloja, este, que es el último de mayo, busca su oportunidad para reconciliarse con la humanidad.

Hasta ahora, Cáceres había ido despertando los lunes con prudencia y sigilo, con cierto recelo y temor a un virus que lo ha descolocado todo. En las últimas semanas, lo ha hecho cada vez más arropado por los buenos pronósticos en las cifras y más puertas que reabren tras el silencio de meses, y este último ha redoblado por fin el ahínco de recuperar lo que hasta ahora había sido suyo: la vida y las calles.

Y amaneció temprano. Para fortuna de los madrugadores, la churrería Vicenta Ruíz volvió a subir la persiana de nuevo. En su recóndito y minúsculo rincón en la plaza Marrón, ha servido de sustento para los que regresan tras una velada que se extiende y para los que la alarma suena de manera prematura cada mañana. Los primeros tendrán que esperar aún para prolongar sus noches hasta bien entrada la madrugada, pero para los que los primeros que se levantan, los dueños pudieron servir de nuevo la ración de churros y el café caliente del desayuno. Eso sí, con una novedad, el reglamentario recipiente de jabón desinfectante que ahora da la bienvenida en todos los establecimientos.

Esa misma bienvenida dio también, horas más tarde, uno de los lugares más emblemáticos en el imaginario de la capital cacereña, el centro comercial Ruta de la Plata, que también reabrió ayer con férreas medidas de seguridad y un trasiego calmado de clientes a primera hora, impropio en su habitual rutina en la que se agolpan hileras de clientes que entran y salen sin control de los locales de moda. Con el itinerario marcado en el suelo, gel desinfectante y negocios aún con las puertas cerradas --no se puede comprar gominolas en Belros aún ni entrar en los aseos-- o a la espera de inaugurar --Sprinter o H&M-- el bien conocido como Eroski aunque sin Eroski, pronto Mercadona, reanudó la actividad al público tras semanas sin actividad. Como la nueva normalidad conlleva cambios, el centro comercial ha incorporado también una novedad con respecto a la anterior etapa: una terraza con mesas de Lizarrán en pleno corazón recibidor que prácticamente ayer se encontraba sin mesas vacías.

Los bares

Los baresY es que si de algo tenían ganas los cacereños, y así lo han demostrado desde que se inició la fase 1 de la desescalada, era de copar los asientos en los bares y restaurantes para reencontrarse con los suyos bajo el pretexto del café o la cerveza -o al revés-. Ahora con la recién inaugurada fase 2 en la que ya se puede entrar en el interior de los restaurantes aunque solo con un 40% del aforo y en ningún caso en la barra, ya los más atrevidos y huidizos de los termómetros que marcaban ayer temperaturas más propias de bien entrado el verano que de finales de primavera, quisieron ocupar su lugar en los negocios que ahora les esperan con los brazos abiertos. Todos con estrictas medidas de higiene y seguridad.

Aún así, de momento, la mayoría, temerosa de los posibles contagios y aprovechando la certeza que ofrece estar al aire libre, volvieron a llenar, con su mascarilla y gel a mano, guantes para los más protectores, las avenidas de la ciudad. Las más céntricas. La plaza Mayor, San Juan, San Pedro y Cánovas, lucen poco a poco un aspecto que más se parece a la normalidad dentro, eso sí, de las reservas de la desescalada. No hay excusa de lunes que valga ahora. Porque recuperar ese momento del café en un bar, abstraído del tiempo, en una pausa momentánea, entre paredes llenas de murmullo ajeno, a veces entretenido en las páginas del periódico del día, es uno de los verdaderos placeres de lo cotidiano. Y no hay nada más cotidiano que un lunes por la mañana, ahora un lunes nuevo y soleado que, por fortuna, se va pareciendo cada vez más a los que habían quedado en el recuerdo.