Madrid lucía este domingo por la mañana, el primer día en estado de alerta para frenar el coronavirus, como un domingo en pleno agosto, de esos que hace tanto calor que pocos se atreven a salir. Pero gente había, mucha más de la imaginable tras la entrada en vigor de las restricciones a los movimientos más fuertes que ha sufrido España en la democracia. De hecho, se veía a algunos padres de paseo con niños, a grupos de turistas, a algún que otro corredor y bastantes coches. Nada que ver con un domingo normal pero sí muchos más desplazamientos de lo que permite el decreto que declara el estado de alarma y que entró en vigor en la noche del sábado al domingo.

Ha contribuido a esta situación que apenas había policía por la calle, salvo en las zonas más céntricas, donde algunas parejas de agentes se afanaban en avisar a los viandantes de que no está permitido salir salvo que se vaya a trabajar, comprar, pasear al perro y poco más. Por la mañana las fuerzas de seguridad aún no tenían órdenes de comenzar a multar a los incumplidores, como sí ha sucedido en otras ciudades, en virtud de la orden dictada por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que establece sanciones que van desde los 100 euros, en casos leves, hasta los 600.000 en casos de grave resistencia a la autoridad. Además, la policía en Madrid está usando drones para avisar por altavoces de la obligación de quedarse en casa salvo en situaciones excepcionales.

Desde el desconocimiento a las excusas

Los motivos alegados por los infractores para abandonar sus casas son variados. Algunos, como una pareja con una niña que regresaban de hacer la compra en el entorno de Conde de Casal, alegaban que habían leído que las restricciones entrarán en vigor el lunes. Y no eran los únicos. Hay mucha confusión, algunos piensan que las prohibiciones empiezan mañana porque así se publicó en un primer momento en los medios de comunicación, señalaba un agente situado en las inmediaciones del Museo del Prado, donde parejas de turistas hacían fotos del exterior de la pinacoteca, pese a que sólo está permitido salir de uno en uno y no para visitar monumentos. Si bien, una de sus compañeras, apostada en Callao, aseguraba que la gente se hace la tonta, sabe perfectamente que no puede salir, pero da excusas de todo tipo.

Con sinceridad, una madre de paseo con su hija por la Avenida del Mediterráneo señalaba que conoce y comprende las restricciones pero que los niños encerrados en casa no aguantan y que pensaba sólo dar una vuelta, sin tocar nada ni sentarse en ningún banco, para minimizar los riesgos de contagio. Mientras tanto, en un Lidl cercano la gente aguardaba una larga cola, fuera del establecimiento, a metro de distancia, para evitar aglomeraciones en el interior, donde antes de entrar debían colocarse guantes. "En mi casa ahora hay tortas por salir a hacer la compra", decía con sorna uno de los que esperaban a entrar.