La grave pandemia de coronavirus que sufre el mundo está teniendo repercusiones de todo tipo: sanitarias, sociales, económicas y también educativas. El confinamiento al que se ha visto sometida la población extremeña ha provocado que los niños y jóvenes se hayan visto perjudicados al tener que interrumpir su formación académica. En dos meses arranca el nuevo curso y los centros tendrán que adaptarse a una nueva realidad.

En algunos centros, como los Maristas de Badajoz o los Salesianos de Mérida, los pupitres ya están distanciados a 1,5 metros entre sí, han puesto flechas en el suelo para ordenar los flujos de los escolares en las entradas y salidas de las aulas y el mobiliario se ha reducido ostensiblemente. Igualmente, preparan espacios para poder atender a los estudiantes en caso de que tengan que desdoblar aulas o atender a grupos más pequeños. Es reflejo de la carrera que han emprendido todos los centros escolares e institutos extremeños para prepararse frente al coronavirus nada más empezar el curso escolar en el mes de septiembre.

Hace una semana la Consejería de Educación entregó a los centros de la región una guía en la que recoge tres escenarios posibles: la vuelta al cole con normalidad, la atención a distancia o telemática si hay un nuevo confinamiento y un comienzo de curso con la mayor presencialidad posible pero con medidas para evitar contagios.

Esta guía está realizada con las propuestas elaboradas por los colegios e institutos de la comunidad autónoma, y en ella se plantean: patios separados y recreos alternos y entradas con horarios escalonados según cada ciclo o cada curso.

Pero además incluye una importante novedad, y son las clases por la tarde en Bachillerato y Formación Profesional «siempre y cuando no se pueda cumplir con el distanciamiento», señala la Junta de Extremadura, quien también contempla una sala o dependencia aparte para acoger a los posibles sospechosos de haberse contagiado. Esto quiere decir que, cuando no haya espacio suficiente para garantizar el 1,5 metros por alumno, se tendrá que extender la jornada lectiva a la tarde.

«El ministerio recomienda que habilitemos gimnasios para dar clases. Pero, a ver, ¿alguien ha caído en la cuenta de que la acústica lo hace imposible?», señala Gregorio Bartolomé, director del colegio de los Maristas en la capital pacense. Asimismo, destaca que «llevan varios días junto a sus compañeros midiendo los metros cuadrados de cada aula y viendo cómo encajar pupitres con 1 o 1,5 metros de distancia teniendo en cuenta que, habitualmente, hay bastantes alumnos por clase. Hemos tirado todo lo que no nos sirve y retirado los muebles que pudieran estorbar. Estamos buscando alternativas (aula de música, tecnología, informática...) y nuestro centro es amplio, pero, ¿qué va a pasar en otros institutos más pequeños? Las autoridades dicen que desdoblemos los grupos. Bien. Pero si un grupo está con un profesor en clase, ¿los otros están solos y sin supervisión en el patio? Eso no puede ser».

No sin macarilla

Las mascarillas se convertirán en una especie de uniforme para muchos de los estudiantes. Álvaro Franco, profesor de primaria en el colegio salesiano María Auxiliadora de la capital extremeña, opina que en su centro no van a tener problemas de espacio, y el centro ya está adecuando los lugares de entrada y salida a las instalaciones frente a la nueva situación. Álvaro Franco estuvo antes de irse de vacaciones poniendo pegatinas con flechas en el suelo del centro. Él y sus compañeros de claustro pensaron que «la señalización de los pasillos puede ser una buena idea para ordenar los flujos de los chavales y evitar en la medida de lo posible las aglomeraciones», cuenta.

A este docente le preocupa tener que estar más pendiente de la higiene que de los propios alumnos y su educación, aunque está deseando volver a encontrarse con ellos. «Somos seres sociales, los chicos necesitan contacto, así desarrollan su creatividad», comenta.

Un contacto estrecho que estará permitido en las denominadas clases burbujas, en las aulas de los menores de diez años, que funcionarán como si alumnos y maestros fueran convivientes. Sin embargo no se mezclarán con los demás estudiantes a lo largo de la jornada lectiva en ningún punto del centro. Se trata de una fórmula para reaccionar ante la aparición de un rebrote, aislando solo a los afectados sin necesidad de cerrar todo el colegio.

«Las clases burbuja tendrán 25 alumnos. En mi clase del año pasado había esa cifra. Mi aula del año pasado ya era una clase burbuja», subraya este profesor.

Recuperar el déficit

El instituto Norba Caesarina de Cáceres, se encuentra trabajando en su propio plan de contingencia en el que prevén esos tres escenarios y tendrán que especificar la manera de recuperar el déficit de enseñanza del confinamiento, asevera María Delgado, directora del centro.

Como sucede en numerosos aspectos la crisis del covid-19 está siendo más benigna con el mundo rural. La despoblación, la bestia negra de la demografía española, genera algunas ventajas. Gaspar Granado, director del CEIP Nuestra Señora de Sequeros de la localidad cacereña de Zarza la Mayor, dice que «el riesgo cero no existe y se deben cumplir a rajatabla las medidas sanitarias y de higiene. Las instrucciones que se planean para el inicio del curso, nosotros las aplicábamos en el día a día, como puede ser aulas espaciosas con pocos escolares, con posibilidad de realizar actividades al aire libre, ya que son edificios que se erigieron cuando había una mayor población».

Donde entiende que «hay que extremar la precaución es en el transporte escolar, porque en algunas de las rutas de un pueblo a otro se juntan alumnos pequeños con otros mayores».

¿Y qué pasa con los materiales que hasta ahora eran comunes? «Hemos fomentado siempre la socialización, valores como ayudarse y compartir, y actualmente va a ser «no toques eso. Vamos a pasar al individualismo», reflexiona.

Todos, padres, docentes y alumnos miran a septiembre con incertidumbre. No será el mismo colegio que dejaron: habrá mamparas en las conserjerías, espacios alternativos y se deberá recuperar lo aprendido y luchar contra la brecha tecnológica. Una nueva normalidad educativa.