A las ocho de la mañana las máquinas que reponen el asfalto han vuelto a ser el mejor despertador después de haber dormido como un lirón. Seguramente porque el paseo por la parte antigua del día anterior causó efectos positivos en el corazón y ahuyentó al insomnio. Han sido casi ocho semanas sin pisar la joya de Cáceres, que seguía en el lugar donde la habíamos dejado.

En la plaza aterrizaban los monopatines, pero las terrazas continuaban agazapadas por el miedo a desplegar sus sombrillas. Mesas y sillas amontonadas a la espera de clientes esperanzados en tomar el sol, aunque sea con mascarilla.

Es placentero redescubrir lo más bonito e increíble de esta pequeña capital de provincia donde el fin de semana hubieran sonado los acordes del Womad. Pero, como dicen los del Bar Las Cancelas, vayamos paso a paso, no tengamos más prisa de la debida. Hemos de hacer de la prudencia la madre de la ciencia. Dejarnos guiar por lo que nos dicen los expertos, la policía local, y no arremolinarnos en Cánovas, no sea que luego vengan los 'madremías'.

Han tocado al timbre. Han dejado dos cuadernos en el buzón y un mensaje que decía: "Que los llenes de buenas noticias y que sean las más leídas". Cuanta gente buena hay por el mundo, cuan feliz te puede hacer con solo dos frases y el emoticono de un corazón.