Felipe Berjoyo Carrasco fue el dueño de La Parada, un bar que antes había sido propiedad de Juan José Redondo Pérez, que era tío de Bernardo Pozas. La Parada estaba en los arcos de la plaza Mayor, en lo que posteriormente fue El Miajón. Se llamaba La Parada porque allí paraban muchos coches de línea de la provincia, que iban a La Cumbre, a Sierra de Fuentes... los del Casar no, porque los del Casar tenían un servicio en la calle José Antonio.

A aquellos coches los llamaban popularmente las rubias, eran coches de madera, unos descapotables, otros no, y algunos disponían atrás de una especie de balconcinos semejantes a las carretas del Rocío. Las rubias llegaban de los pueblos cargadas de paquetes, que luego se guardaban durante unas horas en la bodega de La Parada. A veces los viajeros venían a Cáceres de compras y también utilizaban el bar a modo de consigna.

La Parada tenía un salón grande, con su cámara frigorífica, varias habitaciones, la cocina y la barra con su fuente de plomo de la que constantemente salía agua y que se utilizaba para fregar los vasos. En La Parada trabajaban, además de Felipe, que era el alma máter, el señor Vito y Juanito. En la cocina estaban María Salomé y su prima, también llamada María Salomé, y la tita Orencia por las tardes.

Servían allí unos callos maravillosos, hacían tencas fritas y en escabeche, gambas a la plancha y rebozadas, y redondo si lo encargaban. Había vino de pitarra de Valdefuentes y buenos clientes. A veces iban los quintos y siempre llegaban cantando. "Muchachos, aquí no se canta", les decía Felipe con una sonrisa. Y los quintos respondían: "Felipe, pero recitar se podrá ¿no?". "Recitar, sí", apuntaba Felipe. Y lo quintos recitaban y recitaban las letrillas de las canciones antes de irse al servicio militar; y todos reían a carcajadas.

Los quintos, número que este sábado se repite en la cabeza de la habitación donde sigue el sofá, la maleta y aquella primera máquina de escribir. Quinto sábado, quinto fin de semana de confinamiento, leyendo el Extremadura, con un ministro de Ciencia e Innovación que nos dice que la semana que viene "podría haber un prototipo viable de vacuna en España" para el coronavirus. No sería un producto final, pero sí permitiría empezar las pruebas. No tenemos ni mascarillas, ni guantes, ni Eppis, pero sí un prototipo, que siempre es bienvenido, claro. Ay, ¿qué diría Felipe Berjoyo si Pedro Duque en lugar de ministro fuera un quinto a punto de irse a la mili?