«Lamento comunicar el cierre temporal del quiosco. En estos días tan difíciles que nos toca vivir, he intentado mantener el servicio que vengo prestando fielmente a los clientes, pero no puedo seguir obviando el sufrimiento e incertidumbre que esta situación genera en mi familia por mi continua exposición en el trabajo. Espero que este cierre sea lo más corto posible y poder continuar dando el servicio que demandáis como os merecéis». Así explicó Luis García el cierre de su quiosco de prensa en la avenida de Pardaleras de Badajoz. Lo hizo un día después de contar a este diario que lleva 30 años acudiendo a su cita diaria con los lectores de periódicos.

Luis García, regente del quiosco de la avenida Pardaleras de Badajoz.

García señala que «conforme pasan los días, las ventas van cayendo de forma drástica, en torno al 60%, porque los clientes no se atreven a venir». «Estoy aquí por el compromiso con mis clientes, si no, estaría en casa, pues todo el mundo tiene familia y tiene que cuidarse; para mí es un riesgo, pero vengo de ocho a dos de lunes a domingo. Y eso a pesar de que la venta de diarios y revistas ha caído; ahora vendo más pasatiempos que nunca», dice. Y subraya: «Si no se amplían los plazos de pago, más de uno se queda en el camino». Él cerró el pasado martes.

El quiosco de Luis, cerrado.

Pedro, cliente habitual y vecino de Pardaleras, manifiesta: «Salgo todos los días a por la prensa, o yo, o mi padre». Recoge su periódico y los pasatiempos, «para mi padre». Él se informa «además de por la radio y la televisión, por los periódicos», explica al despedirse.

«Sin ayudas»

El vendedor expresa: «Somos un colectivo que nunca hemos tenido ayudas y ahora que somos de primera necesidad, tampoco. El quiosquero no ha sido reconocido nunca, a pesar del trato de cercanía y de estar pendiente de los clientes».

La misma situación viven otros quioscos de Badajoz. Y la misma realidad se repite en el resto de Extremadura.

En el recorrido por la capital pacense, Ana Luisa Falero, del quiosco en Fernando Calzadilla, que regenta desde hace 30 años, manifiesta; «Nunca he conocido una situación así». En su caso, «las ventas se han reducido más de un 50%, porque los clientes habituales son mayores y han dejado de venir, por miedo, así que ahora vendo unos 70 diarios en total y sobre todo, Autodefinidos --pasatiempos--».

Ana Luisa Falero junto a su quiosco en Fernando Calzadilla.

La vendedora despacha desde el interior, con mascarilla y guantes. Una pareja de personas mayores se acercan y cuentan: «Hace unos días que no venimos, así que hoy nos hemos acercado a comprar el periódico».

También Emilio, que como la pareja anterior llega con mascarilla: «Me informo por la tele y radio, y en tiempos normales compro alguno --diario--». Y José Luis, también cubierto, pide tabaco, «prensa, no; he salido a la farmacia y a por tabaco».

Ana Luisa cuenta: «Me despierto pensando que es una pesadilla, pero es verdad; es penoso, siento una tristeza muy grande».

Carlos García abre su quiosco de siete a dos y media; está en Ronda del Pilar desde hace 25 años. «Por un lado me alegro de venir y tener una rutina, aunque, evidentemente, no es rentable, las ventas han caído un 90%. Cada día viene menos gente porque toma conciencia y teme a las multas», asegura.

García indica que «en el centro se mueve mucha gente por las oficinas, instituciones y comercios, pero ahora todo está cerrado». «Llevo vendidos diez periódicos entre todos», dice mientras organiza la mercancía enguantado.

La logística del reparto de prensa se mantiene igual. «Llegan los repartidores y si no estoy dejan los periódicos en un cajón con llave y cuando llego, los coloco». En las conversaciones con sus clientes, los que aún compran periódicos, «me comentan que es un aburrimiento, todo el día en casa, y que a ver si pasa pronto».

Él también vende más crucigramas y revistas de pasatiempos y del corazón que periódicos, «unos veinte al día».

José Silva regenta su quiosco hace diez años, en Carolina Coronado, cerca de la estación de trenes. Ahora abre solo por las mañanas, de siete a dos y media, cuenta mientras atiende a un cliente que baja del coche para coger un periódico; también una mujer con mascarilla acude a comprar prensa.

Todos los que acuden mantienen una distancia prudente, entre ellos y con el quiosquero, que los atiende desde el interior y solo sale para que se le pueda hacer una foto, separados.

Silva dice que la caída de las venta de prensa «será de un 40%». «Tenía diez bares que se llevaban dos periódicos cada uno, y comercios que ahora están todos cerrados». Muchos de sus clientes son vecinos del barrio, además del público de paso. «Son personas mayores que ya no vienen porque los hijos no las dejan salir; vienen ellos cada dos o tres días y se llevan prensa para los padres. La gente comenta que a ver si se acaba esto».