Poco después de las diez de la mañana en Ronda del Carmen ya no suena el soniquete de 'Tapizados Pilar, sillas, mecedoras, descalzadoras...' esa furgoneta que con su altavoz ya familiar para los cacereños te tapiza y hasta te ofrece la tela que prefieras para decorar tu hogar. En su lugar dos camiones de la Unidad Militar de Emergencias del Ejército aconsejan micrófono en mano que los vecinos permanezcan en sus casas. Entonces, algunos salen a las ventanas y hacen vídeos y fotografías. Seguramente nunca como hasta ahora se han utilizado tantos los móviles. Es lo poco que no se ha confiscado.

La ciudad sigue pareciendo fantasma. En el Día, Raquel continúa al pie del cañón. Todos los empleados portan mascarillas. "No queda ni jabón de manos ni alcohol desde hace días. Ayer se llevaron todo el pollo. No hay más que filetes de cerdo y un paquete de carne picada", indica.

El yogurt también escasea. Apenas unas cuajadas, flanes y no hay ni una Estrella Galicia que llevarse al gaznate. Raquel la ha tenido hoy con dos clientas. "Me han dicho que como no pueden salir vienen a hacer la compra para entretenerse. Esto es tremendo". Pero Raquel no pierde el buen humor. Es una de esas jóvenes luchadoras que siempre tiene una sonrisa y ayuda en todo lo que puede. Desde la caja parece que dispone de un radar. Sabe si faltan lechugas, si han venido las fresas, si se necesita Pan Bimbo.

En la misma calle isabel sale al balcón y grita: "Ánimo cacereños. Os envío mi fuerza, mi energía". Lleva un pañuelo en el cuello, la bata de estar por casa. Tiene 68 años. "Necesito protegerme, de aquí no salgo", exclama. Uno de sus vecinos la ha grabado con el teléfono. El grupo de su familia no para de lanzar emoticonos.

Beatriz sigue poniendo las tareas a sus alumnos y Andrea contacta con su universidad. No obstante, el caos parece inevitable. Entretanto, al periódico no paran de llegar testimonios, gente que denuncia que en los hospitales faltan mascarillas, que los enfermeros tienen miedo, que en las empresas se sienten inseguros. No quieren dar sus nombres, son declaraciones anónimas que forman parte del sentir colectivo. Dicen que mañana llueve. Quizá vuelva el pollo al Día.