Cuando Gillian Baudo fundó un pequeño club de lectura en el pueblo de Nuevo México donde vive, solo buscaba hacer amigas con intereses similares a los suyos para deshacerse de la soledad que por entonces sentía. Le puso de nombre el Club de Lectura de las Señoras Fabulosas allá por el 2013 y se estrenaron con 'The Bean Trees', la novela de Barbara Kingsolver que aborda los dilemas de la maternidad y el esquivo sentido de pertenencia. Durante años, la docena de lectoras del club, todas ellas profesionales y en la cuarentena, se reunieron una vez al mes en un restaurante local para hablar de literatura y de la vida. Hasta que llegó la pandemia y una llamada de teléfono que alteraría sus vidas anónimas para situarlas en el centro de la conversación nacional sobre la vacunación contra el coronavirus.

La llamada llegó desde el Departamento de Salud de Nuevo México en plena Navidad del año pasado. El estado tenía vacunas contra el covid-19, pero no tenía suficientes manos para administrarlas en Ruidoso, el pequeño pueblo turístico de 8.000 habitantes donde vive Baudo. Precisamente, el mismo problema que marcó los primeros compases de la campaña de vacunación en Estados Unidos, lastrada por la falta de planificación de la Administración Trump y la ausencia de un plan nacional para hacer frente al hercúleo desafío. “Todo sucedió muy rápido. Nos pidieron ayuda un 28 de diciembre y el 3 de enero ya estábamos administrando las primeras vacunas”, cuenta Baudo al otro lado del teléfono. Unas 300 el primer día.

Las Señoras Fabulosas trasformaron el spa médico del doctor Stephen Rath, el marido de una de las integrantes del club y la persona que recibió la llamada del Departamento de Salud, en una clínica de vacunación. Para administrar las inyecciones reclutaron a las enfermeras, la farmacéutica y la médico del club, mientras el resto de integrantes hacía labores administrativas, registraba pacientes, lanzaba campañas de concienciación en Facebook o peinaba los colegios del pueblo para animar a los profesores a vacunarse. Hasta 50 horas de trabajo voluntario a la semana, que sirvieron para vacunar a 2.400 personas antes de que acabara el mes, un tercio de la población de Ruidoso.

Incidencia alta del virus

“Este pueblo ha tenido unos índices de contagio muy altos desde el principio, en parte, porque recibimos mucho turismo de Texas y los visitantes raramente llevan mascarilla o mantienen la distancia social”, dice esta profesora de yoga de 46 años, madre de dos hijos. “De modo que cuando nos dieron la oportunidad de vacunarnos, casi todo el pueblo respaldó el proyecto. La gente está muy agradecida y aliviada por haber podido recuperar algo de normalidad. Algunos bailaban o lloraban tras recibir la vacuna”, añade Baudo.

Ruidoso puede sentirse afortunado porque ha logrado vacunar a un porcentaje muy superior a la media del país, donde solo un 13% de la población ha recibido la primera dosis y el 6% las dos, según datos de Bloomberg. Pero la frustración del primer mes empieza a dejar paso al optimismo a medida que Biden centraliza la gestión de la campaña y se superan los objetivos iniciales de su Administración, que se propuso administrar un millón de vacunas diarias. La semana pasada se rondaron los 1.7 millones de dosis diarias. Entre otras cosas porque el suministro ha empezado a llegar a las farmacias y se han habilitado grandes centros de vacunación en estadios y clínicas móviles.

140 millones de dosis en cinco semanas

Tanto Pfizer como Moderna parecen haber superado además los problemas iniciales de fabricación y este martes afirmaron en el Congreso que en las próximas cinco semanas distribuirán 140 millones de dosis adicionales. “Tanto EE UU como el resto de países necesitan más vacunas rápidamente”, dijo el jefe de operaciones de Pfizer, John Young, durante la audiencia en el Capitolio. Las Señoras Fabulosas, entre tanto, han logrado situar a Ruidoso en el mapa y erigirse en un modelo a seguir por otras comunidades del país, donde miles de personas anónimas, desde párrocos a activistas de barrio, se han arrogado la misión de concienciar a sus vecinos sobre la importancia de vacunarse.

Periódicos como el ‘Washington Post’ o televisiones como BBC han cubierto su historia, publicitada por personalidades como Michelle Obama. La autobiografía de la ex primera dama fue el último libro que comentaron antes de que la pandemia les obligara a celebrar sus reuniones mensuales de forma virtual. “Es increíble pensar que Michelle sabe que existimos. Si nosotras hemos podido ayudar, cualquiera puede hacerlo. Este es un esfuerzo colectivo”, afirma Baudo, la fundadora del club de lectura.