Por las puertas de Uvesa, una empresa cárnica de la localidad valenciana de Rafelbunyol, no paran de entrar y salir coches. La actividad sigue con aparente normalidad pese a que una batería de test a 230 de sus trabajadores ha mostrado al menos seis positivos y pese a que el sector está bajo el foco sanitario después de que el brote en una planta similar en Alemania haya provocado ya más de 1.500 afectados y haya obligado a cerrar el distrito alemán de Gütersloh (Renania del Norte-Westfalia).

Allí, más de 300.000 personas regresarán a las restricciones de los momentos iniciales de la pandemia hasta, al menos, el 30 de junio. Mientras, se estudia a toda prisa el efecto de las condiciones de estas empresas, especialmente sus bajas temperaturas y la falta de ventilación, en el covid-19.

En Uvesa el número de contagios dentro de la propia empresa no es definitivo. Aún falta por conocerse el resultado de otros 170 test y por hacer casi otras 200 pruebas para cubrir el total de la plantilla.

La Consejeria de Sanidad y Salud Pública valenciana guarda silencio de momento, aunque fuentes de conocedoras del proceso aseguran que fue este departamento el que instó a la empresa a realizar estas pruebas masivas. Finalmente, fueron 400 los empleados voluntarios para un cribado que ha intentado cubrir todas las zonas de trabajo.

"Esto no va a ser Alemania", asegura convencido a EL PERIÓDICO Fran López, alcalde de esta localidad que está a unos 20 kilómetros de València. "La Conselleria lo tiene controlado", afirma confiado y desliza que "todo hace indicar que el contagio ha podido producirse de forma externa, no dentro de las instalaciones". Los seis positivos están ya en sus domicilios, bajo control sanitario y de momento todos son asintomáticos, cuenta el alcalde. No lo sabe con certeza pero sospecha que alguno de ellos es vecino de su pueblo.

PRESIÓN SINDICAL

También Javier Galarza, secretario general de la federación de industria de CCOOPV, coincide que "esto no es lo mismo que Alemania" y muestra su asombro por los videos con la falta de medidas sanitarias que había en la fábrica germana o por las condiciones de hacinamiento en las que viven muchos de los trabajadores de esa empresa, un factor que habría multiplicado los contagios.

Pero si Rafelbunyol no es Gütersloh asegura que es, básicamente, por la labor del comité de empresa de la fábrica. "Desde el primer día pusimos mucha presión porque dentro de la empresa no había ningún tipo de distancia social y los trabajadores seguían trasladándose tres o cuatro en el mismo coche", relata.

Pocos días después del estallido de la pandemia, denunciaron la situación ante Inspección de Trabajo que en una resolución instaba a la empresa a, en cinco días, tomar medidas para conseguir la distancia social de dos metros entre sus empleados y le recordaba que en caso de no hacerlo podría a instar a un "cierre preventivo de las instalaciones".

"A partir de ahí se pusieron las pilas", cuenta Galarza. Lo confirman los trabajadores de la empresa a la entrada de la misma. "Últimamente se lo han tomado más en serio", apunta uno. Entre las medidas adoptadas, además de mascarillas y otras protecciones físicas, han dejado una silla vacía entre cada usuario del comedor.

LA PLANTILLA, DESINFORMADA

Lo que no ha parado es la actividad de la empresa. Entre las doce y la una del mediodía se produce el cambio de turno (unos trabajan de tres de la madrugada a doce de la mañana y otros de la una del mediodía a nueve de la noche) y poco después llega el personal de limpieza. Los que entran se dividen entre los que se asombran ante la presencia de periodistas porque nadie les ha informado de nada, los que explican aliviados que dieron negativo, los que esperan ansioso sus resultados y los que aún no han sido sometidos a ninguna prueba.

Miembros del equipo de limpieza aseguran que las suyas están previstas para el próximo lunes 29 y otros del mismo departamento pero de una empresa externa aseguran que nadie les ha dicho que les vayan a hacer la prueba.