Llega fin de año y como siempre recuerdo los tiempos pasados, aquellos días hermosos de nuestra juventud, en los que deseábamos que ese día 31 de diciembre llegara; entonces no teníamos discotecas ni como ahora esos fines de semana con la libertad que los jóvenes de hoy tienen. En el Casino algunas mozas moralas celebraban su puesta de largo aprovechando ese baile, con lujos, serpentinas y matasuegras. Yo recuerdo el Capri, pues allí bailé al son de aquella orquesta que siempre he recordado Los king blues, la mayoría de sus componentes eran moralos. Escuchábamos las campanadas en nuestro querido reloj de la villa como le llamaban nuestros padres y abuelos, con uvas y sin uvas lo pasábamos bien y después recompuestas marchábamos al baile.Sé que a muchos jóvenes les hará mucha gracia leer mis relatos. Era costumbre que nuestras madres nos acompañaran al baile, pues no estaba bien visto que las mozas fueran con el amigo o solas. Ellas se sentaban en una mesa y desde allí vigilaban los bailes de las hijas. Claro está que si tú querías darte un achuchón con el chico que te gustaba, procurabas escabullirte a un lado o a otro. Era costumbre que los chicos sacaran a bailar a las mozas preguntando "¿quieres bailar conmigo?". Si te gustaba el chico bailabas y si no le dabas calabazas y así hasta que el baile terminaba y con el novio o amigo y la madre volvíamos a casa. Hubo antes que el Capri otro baile que se llamaba el Rosmeo y mucho más atrás, donde nuestras abuelas bailaban, el baile del tío Quintín que con su organillo amenizaba las veladas. Había un dicho que le decían: "Tío Quintín, toque usted otra vuelta". Y él contestaba: "Allá va la misma pá no variar", cuantas veces mi abuela me contaba estos chascarrillos y yo embelesada la escuchaba una y otra vez. De una manera o de otra se repiten los eventos, pero claro está, todo ha cambiado mucho, el ayer al igual que el hoy tenía su encanto. Ahora que tanto buscamos nuestras raíces, no tengo por menos que recordar a dos moralos que están ausentes. El destino está escrito y por mucho que queramos no podemos cambiarlo, pero ellos no quisieron olvidar a su Navalmoral y como dicen los gallegos |2sienten morriña, sienten saudade.Ángela Hidalgo, naciste aquí, en la calle Pablo Luengo, te criaste en ese mismo barrio y tuviste una infancia muy feliz con tus padres, aquellos tus ojos azules y tu pelo tan rubio llamó siempre la atención, tus juegos en ese barrio donde todos estaban tan unidos, siempre con el cuidado de tu madre Teo, fueron hermosos. Los años pasaron muy deprisa, hiciste tu carrera y saliste de Navalmoral. Mijares te acogió con mucho cariño, pero yo que te conozco muy bien sé que nunca olvidarás todo lo que aquí quedó, en tu corazón amas tanto a Navalmoral, como lo hizo tu padre, Simón Hidalgo, uno de los mejores moralos de antaño; dices que te da mucha pena venir porque tus hermosos recuerdos revolotean en tu mente y te hacen sufrir, pero aquí tienes unos niños Eduardo y Rocío que te esperan, una familia que te quiere y muchas amigas que te recuerdan.Otro moralo, Julián Lozano, lleva su pueblo dentro del corazón, estés donde estés sabemos que no olvidas a tantos amigos como aquí tienes, me han dicho que has grabado un CD dedicado a Navalmoral, tu mujer aprendió a tu lado a querer mucho a nuestro pueblo y tus hijos creo que también nacieron aquí, disfrutan pensando en nuestros Carnavales y en los ratos buenos que aquí han pasado. Sé que siempre que podéis estáis aquí y también sé cómo vuelan tus pensamientos hacia este tu pueblo que tanto quieres. Tú sabes que nunca olvidamos a las personas que como tú aman a nuestro pueblo, sabes que los moralos somos abiertos y acogedores y que desde tiempos lejanos fuimos agradecidos y respetuosos con todo aquel que nos visitó. Por eso, espero que sigas contagiando ese gran cariño donde vives, a tus amigos y compañeros para que nos visiten en nuestras fiestas. Julián sabes muy bien que este tu pueblo no olvida a los suyos aunque estén lejos.