Siempre se ha dicho que la sociedad actual tiene mucho que aprender de sus mayores. Esta frase se hace realidad al conocer a Claudio San Miguel, moralo de corazón desde hace muchos años, pero natural de ávila.El ser humano necesita sentirse útil, pero hay veces que la vida juega una mala pasada y la jubilación llama a la puerta antes de tiempo. A pesar de los achaques, Claudio San Miguel todavía necesita ocupar su tiempo en algo más que charlas con los amigos y largos paseos. "No me gustan las tertulias prefiero ocupar mis días de otra manera", afirma.Y es que desde que tuviera que dejar su trabajo como maestro serrador por una parálisis en los brazos, Claudio, un hombre de mente inquieta, comenzó a experimentar con cartón y pegamento y así, con estos elementos y la única ayuda de sus manos empezó a construir maquetas de diferentes edificios.Conocerle es conocer el tesón y el esfuerzo, las ganas de superarse. No permite que sus manos mueran cuando su mente está deseando que se muevan y construyan, y aunque no tuvo maestro tampoco le ha hecho falta porque él mismo ha sido su mentor y discípulo.LOS INICIOSCorría el año 1965, cuando Claudio construía sus primeras maquetas. "Con pegamento, algunos listones de madera para sujetarlo, cartón, mis manos y mi cabeza hice un chalet de tres plantas y desde entonces no he dejado de hacer cosas".En su lugar de trabajo, una pequeña habitación de su casa, Claudio tiene algunas de sus maquetas, como el Ayuntamiento de Navalmoral, las murallas de su ávila natal, las figuras de Los Colorines, un tren de mercancías y muchas más. "He regalado algunas como la que hice de la ermita de las Angustias que la doné al hogar del pensionista y otra que regalé a mi médico de cabecera".Claudio muestra orgulloso lo que le lleva tantas horas de dedicación. "Estoy haciendo una peana para Santa Teresa, para así poder colgarla y que esté más vistosa, lo siguiente no sé lo que será, cualquier cosa que tenga en mi cabeza".Meticuloso, en ninguna de sus obras falta el más mínimo detalle. Entrar en su pequeña habitación es como estar en el Madurodam holandés (pueblo de Holanda en el que se pueden contemplar todos los edificios de Amsterdam y alrededores en miniatura).Ha participado en algunas exposiciones, pero nunca ha pensado vender sus pequeñas obras de arte, ya que una vez las tuvo expuestas en un establecimiento pero nadie se interesó por ellas. "Hay quedarán para mis cuatro hijas", comenta orgulloso.Su labor quizá no es tan conocida como quisiera, pero él nos cuenta satisfecho que en 1991 recibió un diploma en Cáceres por sus maquetas. "Yo lo hago porque me gusta, me levanto y me meto en mi pequeño taller, después me voy a tomar algo y por la tarde vuelta a empezar"Cuando se observan estos edificios en miniatura una pregunta es inevitable: "¿Cuánto tiempo tardará una obra en estar finalizada?" Claudio comenta que tampoco tanto como pueda parecer, "como mucho estoy con un edificio dos o tres meses, pero también depende. Algunas llevan trozos de cartón muy pequeños y eso hace que tenga que dedicarle más tiempo".UN AUTODIDACTAAutodidacta, Claudio comenta que observa los edificios, las esculturas y las reproduce en cartón. Sus hijas no han heredado esta afición, pero afirma que tiene una nieta que "está empezando a hacer pequeñas cosas con madera". Puede ser que ésta afición le venga de su abuelo, porque Claudio además de con cartón hace figuras con madera, como la graciosa serpiente que él mismo ha hecho y que lleva en su bastón. "Me decidí por el cartón y el pegamento porque conozco la madera y no toda es igual, además es más cara, así que solamente la utilizo para muñequitos como éste".A lo mejor los trabajos de Claudio, en estos momentos, sólo los han podido contemplar algunos privilegiados que han acudido a su casa o visitado alguna exposición, pero quizás algún día obtengan el reconocimiento que merecen y no se llenen de polvo en un trastero, sino que sigan tal y como su autor las enseña, porque son toda una muestra arquitectónica de lo que es una ciudad y aunque los edificios se derriben, serán capaces de recordar cuando pasen los años cómo eran los lugares emblemáticos de una ciudad o qué aspecto tenían las imágenes de culto que hoy día se veneran.