Sólo es un paralelismo. La película de Scorcese, El último vals, fue un trabajo documental sobre un grupo, The Band, que ponía fin a la carretera anunciando su adiós con algunos de sus amigos. Clapton, Van Morrinson, Dylan, Muddy Waters, Dr.John, Joni Mitchell, Ringo Starr..., desfilaban por una pantalla de cine club anegada, entre tema y tema, de recuerdos musicales, El Concierto se celebró el Día de Acción de Gracias del año 1976.La película se estrenó en 1978. Internet me devuelve una apreciación que en su día ignoré. La comunión, en ese documental, entre la música, el público y los intérpretes.Sólo es un paralelismo.Aromas de Dakar se convirtió durante algún tiempo en otra pequeña pantalla de cine club donde otro Scorcese apostó por una fórmula directa de conciertos de horario prudente, de pases sin rombos --este signo no está en el pentagrama--, y de gente con ganas de hacer música desenfadada y de transmitir vivencias trazando dedicatorias en sus discos o maquetas. Miguel Rodríguez, Los Bluescavidas, Blues de Bellota, Amar Sundy, Darío Lombardo, Sandro. Malcom Scarpa, Manu Herrera, Funk Pino, Railroad Band, Hermano Mono, No se lo digas a Mamá..., ocuparon el rincón mágico del café y abrieron el frasco de sus esencias.No se lo digas a mamá --¿el último vals?--, la frescura de Quique y los suyos, marcó para algunos el regreso a la adolescencia, a esa primera fila de fans, a los tiempos de facultad añorados en tertulias de encuentros fortuitos, al descaro de una edad de primavera sin alergias tarareando letras aprendidas por el eco de una radio o el mareo del vinilo. No se lo digas a mamá sentó en la misma mesa al recuerdo de esos años con el presente de aquellas primaveras. Padres, madres, hijos, hijas en la misma primera fila, comedidos unos, expectantes, inquietos y cantarines otros. Compartiendo, todos, algo más que las burbujas de un refresco o el aroma de un café. Siete mariposas de Paloma, once galopes de Rocío, trece canastas de Nacho, catorce bailes de Marta, diecisiete compases de Ana, veintiocho abriles de Mayte, cuarenta y cuatro frases de una afición. Si la música, el público y los intérpretes están bien acomodados en el compás, ni siquiera importa que se rompa una cuerda. Es bueno incluso que se rompa, porque así adviertes la perfecta combinación del cóctel, la complicidad de los tres elementos mezclados para disfrutar, unidos para compartir.Aromas de Blues, Aromas de swing, El último vals... no es una trilogía banal por una afición compartida con amigos, cafés, copas y tiramisús. Es un sentimiento producto de la impronta de un melómano. Y siempre será recuerdo de otra película en la que los actores fuimos todos --camareros, clientes y músicos-- y el decorado de un café.Sólo es un paralelismo y por él, Gracias, Fernando.--David, por favor, tres cocacolas, una de ellas con pajita, dos tartas de chocolate, dos cafés, un Beefeater con tónica y un Ballantine con cocacola. Y en el descanso nos traes otra ronda, ¿no, cuacos?(Hay una vocecilla en mi interior que me dice que esto no es un punto y final, que hay una fuerza gestada en un "microondas|" tan especial como la Cruz del apellido, que después de oír lo que es capaz de hacer su padre --aquella velada de jazz en Oropesa-- tuvo prisa por salir y no perderse nada, y que empuja como nadie en esta aventura que supone, simplemente, vivir).