Verdaderamente hoy me he vuelto a dar cuenta y he visto con extrema claridad lo que merece la pena no perder y, por contra, lo que debemos alejar de nosotros.Nuestros maridos, nuestros hijos y nuestros nietos son lo más hermoso que Dios nos ha dado; creo que no sabemos apreciar el valor que estas personas tienen para nosotros.Los niños son los que quizá más nos contagian ese amor sobrenatural que con sus miradas tan limpias y serenas nos hacen ver la verdad del amor, la comprensión y la paz que hoy tanto necesitamos; puedo asegurarles que con nuestras prisas, nuestro sinvivir en el trasiego que hoy tenemos no nos permite pararnos a contemplar esto que les digo.Nuestros hijos se hicieron mayores y ahora son nuestros nietos los que nos dan esa oportunidad tan hermosa, con su mirada angelical y su inocencia transparente. No desaprovechemos esto, sobre todo cuando nos damos cuenta del egoísmo y la ambición que muchas de esas personas que pensábamos que eran nuestros amigos nos han demostrado que sólo nos utilizaron para su bien y cuando consiguieron su objetivo, nos tiraron a la basura y de buenos amigos pasaron a ser simples compañeros o, mejor dicho, simples conocidos.Hay personas expertas en trepar con codazos o a empujones, no les importa el caiga quien caiga, pero no saben estas personas que 'el que siembra vientos recoge tempestades' y que 'a todos los cerdos les llega su san Martín' y eso que hoy han hecho, tal vez mañana, sea un arma de doble filo y se les puede volver en contra, allá a cada cual con su conciencia. Yo me sentaré a esperar a mi puerta y al igual que ustedes tal vez veamos pasar pidiendo limosna a ésos que ayer nos hicieron tanto daño y quizá les miremos con lástima recordando su orgullo y su prepotencia de ayer.Valoremos lo grandioso de nuestra familia, lo demás es una mentira que no nos llevará a ninguna parte. Y Dios nos dijo: "Los últimos serán los primeros en entrar en el reino de los cielos ".Hace muy pocos días presencié la paliza que un señor, si es que se puede llamar así, le dio a un niño que no debía tener más de dos años, supongo que era su padre. Un poco más atrás les acompañaban dos señoras con otro niño que parecía mellizo del primero, les puedo asegurar que me quedé helada, no supe qué hacer, pues este hombre se me quedó mirando y ni siquiera me atreví a moverme no fuera que el niño sufriera más castigo si yo intervenía. La que supongo que era la madre ni se estremeció.Dios mío, qué pena sentí por aquel niño; al día siguiente me encontré con un matrimonio muy mayor y el marido con gran amor llevaba a su mujer casi ciega de la mano, cuando me dio la sensación de que él no estaba mejor que ella. Miren ustedes que también me estremecí y no sé por qué recordé al niño que el día antes lloraba amargamente a mi puerta, unos y otros quizá tuvieran un punto en común, la inocencia.Esto me hace meditar y ver que cada mañana nace un nuevo día y, tanto los mayores como los pequeños tienen mucho que enseñarnos. Como al principio les decía, unos ojos inocentes y otros, en cambio, ya cansados son la pureza de una vida casi marchita y la alegría de un nuevo amanecer.DESTINO INGRATOEl destino de las personas a veces suele ser muy ingrato, hace algunos días, un guardia civil de tráfico perdía la vida cumpliendo con su misión. Un hombre muy joven que deja viuda y dos hijos muy pequeños, no hay derecho a que estas cosas pasen. Cuando estuve en el tanatorio se me rompía el alma al contemplar tanto dolor; este señor cumplía con su trabajo para que todos pudiéramos vivir tranquilos y una imprudencia, que quizá otro no quería cometer, le segó la vida.