Si en alguna ocasión con mis escritos he hecho daño a alguien, le pido perdón, nunca ha sido esa mi intención, siempre he dicho que escribía a título personal, no represento a mi partido ni a ninguna asociación de las muchas a las que pertenezco, nunca he querido comprometer a nadie en nada de lo que he escrito, por eso, cuando muchos vecinos de Navalmoral me pedían que volviera, me puse a pensar y una y otra vez he sentido el deseo de volver a recordar aquellas travesuras, nuestras costumbres y tantas cosas hermosas que duermen en el viejo baúl de los recuerdos.Pueden creer ustedes que me siento feliz pudiendo aportar mi granito de arena en ayuda de mi gente y de todos aquéllas que muchas veces han venido a buscarme, nunca he dicho "no", porque me acostumbraron a sembrar, para que cuando llegue mi atardecer alguien a quien quiero mucho pueda recoger esos frutos y el buen recuerdo que al fin y al cabo es lo más hermoso de la vida. Por eso, aquí estoy de nuevo para poderles seguien contando lo que nuestras abuelas nos contaron y lo que nosostros hemos vivido cuando Navalmoral era chiquito y lo que los niños de ayer teníamos para pasar el tiempo.Hace unos días paseando nuestras calles me estremeció una melodía acompañada por una zambomba, ¡sí señor!, siempre digo que todo se repite y así se lo dije a estas personas. Esa era nuestra tradición, unas lágrimas se me escaparon en recuerdo de antaño. Hace ya muchos años así se hacía, las percheleras eran famosas con sus rondas y era muy bonito escucharlas en el silencio de la noche, aún quedan componentes de aquellos grupos de vecinos que bien quedaron su grato recuerdo en nosotros, también en el Cerro se escuchaban a sus vecinos con el quinto, la zambomba y las tapaderas, también había panderetas, yo recuerdo aquellas tapaderas de las cacerolas que nuestras madres y abuelas nos daban para rondar, las había pequeñitas, preciosas, especiales para la ocasión.Éramos dichosos estos días de casa en casa, en todas se nos habrían las puertas y la alegría de los vecinos se unía a la nuestra, a los más pequeños nos daban unos realillos y a los mayores unas copitas.Pero como os decía, ya por San Andrés se empezaban a escuchar esas canciones tan nuestras, por eso, estos días me agradó tanto escuchar esas zambombas por mi barrio. Y como no recordar aquel buen grupo de amigos que tantas y tantas veces alegraron nuestros oídos con sus canciones. Preparaban una buen piel para el buen sonido de la zambomba, sus quintos y las viejas botellas de anís que con el tenedor rascaban sin parar, también el almirez era habitual en estas rondas, se echaban a la calle en aquellas frías noches de noviembre y de casa en casa visitaban a sus amistades. Simón el mona, ¿cómo olvidarte? Si el amor a tu pueblo te hacía estar siempre en todos los eventos que aquí teníamos. ¿Y tú, Antonio Chocolatero? Siempre estabas dispuesto a colaborar en todo lo que fuera alegría; Matías, tú también estabas en ese grupo, el señor Pedro, el de los consumos, Farruco, la Torre Navarro y otros muchos que no he podido olvidar. Nuestro pueblo era muy alegre, también era rico en canciones, chascarrillos, motes y preparando historietas al moralo que sacaba los pies de las alforjas. Estoy segura que ahora con la creación de la nueva asociación Raíces Moralas, sacaremos todo lo que muchos de nuestros mayores guardan en su memoria.