¡Menudo susto me he llevao esta mañana!El grillo ha sonao a eso de las siete de la madrugada. He lograo caerme de la cama, por el sitio mas mullio, y al ir al tigre a evacuar el líquido elemento, he mirao de reojo al gran espejo que me fustiga todos los días y casi salgo corriendo.Por una décima de segundo me ha parecido ver a Jack Nicholson recién salido del hotel de El resplandor, cara de loco, con los pelos de punta, y los ojos achinaos. Me he sacudido las legañas de un par de manotazos de agua helada, y cuando me he atrevido a mirarme mejor, he estado a punto de hacer añicos al puñetero espejito mágico.Y es que a veces, a estas edades, uno se ve pa pedir directamente plaza en el monasterio de Yuste, y dedicarse a plantar cebollinos o a la vida contemplativa, y decir ¡no estoy pa nadie!, y otras te ves más que capacitao pa doblar en escenas de peligro al mismísimo Harrison Ford, con el guapo maduro subido, y dispuesto a reconquistar a tu chica con una leve caída de ojos.Pero lo peor es que otras veces no es el físico el que te condiciona tu estao de ánimo, sino eso que no sabe de dietas milagrosas, ni de pastillas reconstituyentes, eso que todos conocemos como levantarse con el pie izquierdo.Tu camisa favorita no está planchada. Has tirao el café. El coche no arrancaba y has llegao tarde a tu puesto de trabajo, con la consiguiente mala cara del jefe de personal. Y pa más inri, te regalan los oídos diciéndote que el sábado te necesitan en el curro para hacer balance del año. Ese tipo con cara de mala leche, con las ojeras acentuadas, con el labio caio, con el colmillo retorcio no eres tú, es uno de tus otros yo que tanto te fastidia.En fin, mañana, el día del balance, será otro día.Mejor, espero.