Con olor a dunas, palmeras, té verde y a Nilo he regresado de mi viaje por una de las civilizaciones más increíbles del mundo: Egipto. Veinte moralos nos adentramos en los secretos egipcios y hemos recorrido con gusto y a pesar de los cuarenta grados el país. Vimos con asombro las tumbas del Valle de los Reyes. Lo mejor, a mi juicio, las pinturas de paredes y techos donde colores tan vivos como azules y dorados son protagonistas. La pena es que no hay ni una sombra en todo el Valle. Quedé prendada de la grandiosidad de las construcciones que ellos mismos no pueden explicar. Los templos de Luxor, Karnak y Abu Simbel se alzan hasta el infinito, y cerca de las estatuas de Ramsés II, uno de los faraones más ambiciosos, logras sentirte verdaderamente pequeña. Las columnas, perfectamente decoradas son impresionantes y sentada en su base no alcanzas a mirar a los capiteles que están a 18 metros del suelo, adornados algunos con la típica flor de loto. No podían faltar las pirámides, aunque lo asombroso se encuentra en el interior de la de Keops. Debes ascender totalmente agachado por un angosto pasadizo hasta llegar al corazón de la pirámide y a 60 metros encuentras la cámara mortuoria. MUERTOS VIVIENTES Lo que más interés despertaba en mí eran las momias que se conservan en el Museo de El Cairo. Puedes observar con todo detalle las uñas y el pelo, y como curiosidad ¡Ramsés era rubio y además de pequeña estatura! El Cairo, capital famosa por las innumerables mezquitas, es una ciudad sin ley a la hora de conducir, donde cualquier maniobra al volante es válida. El día que más disfruté fue con la excursión a un poblado nubio, etnia que procede de África. Por primera vez me convertí en un jinete a lomos de un camello que no quería correr mucho por el desierto. Pudimos darnos un chapuzón en el Nilo, cosa que agradecimos por el calor. Los olores de las tiendas de perfumes son dulzones, muchos nos trajimos esencias de las mejores fragancias que las marcas internacionales explotan. Las multinacionales sólo utilizan unas gotitas de perfume y el resto es agua y alcohol, lo que no deja deja de ser un engaño para el comprador.Para los españoles supuso un duro choque de culturas porque las costumbres de los autóctonos son muy diferentes. Los vendedores basan sus negocios en el regateo y es difícil entender cómo es posible que nadie sepa cuál es el precio real de los productos de los bazares. COSTUMBRES En las provincias, como Edfu son más agresivos y llegaban a tirarte de los brazos entre cuatro personas a la vez para que acudieses a sus puestos. Más incómodo para las mujeres, puesto que para los egipcios las extranjeras son como golosinas. Todos los hombres te lisonjean, ofrecen camellos por tu persona (a modo de broma) y se presentan como parejas en el país. Pregunté a qué se dedicaban las mujeres. Me dijeron que no trabajan en los barcos porque está mal visto que duerman fuera de casa, y en los paseos nocturnos por los bazares tampoco encontrabas a ninguna ya que antes de las diez deben estar en casa. En El Cairo, ciudad más occidentalizada esto no ocurre puesto que muchas son las que se sientan sin la compañía de sus maridos en los bares a fumar tabaco con sabor a manzana en una gran pipa. Nos avisaron de que llevásemos caramelos para los niños, y en efecto te pedían un euro, un bombón o bolis, y veías como con tan poco les llenabas de ilusión. Un país de ensueño con mucha riqueza muy mal repartida donde lo asombroso está en cómo sobrevive la población.