De niño nos pirrábamos por ir al cine Pavón a ver una de indios y americanos. Los buenos siempre eran los rostros pálidos, y los malos, como no, los pieles rojas. En aquellos tiempos lejanos de los sesenta uno no podía ni soñar que un día le dieran la oportunidad de conocer a los buenos de las pelis en vivo y en directo.Cuando en el verano del 87 conseguí irme a trabajar a Nueva York, un latigazo me recorrió tol cuerpo. Era una mezcla de acojone -con perdón- y gran emoción, seguida de unas enormes ganas de cambiar el agua al canario. Un buen amigo me avisó de que, probablemente, conocería a personas muy distintas a la imagen de prepotentes que sus líderes políticos iban dando por el mundo. Efectivamente el comportamiento general de los ciudadanos que conocí distaba mucho de caer en los tópicos que circulaban de ellos por Europa. Nada de arrogantes, creyéndose el ombligo del mundo, ni mucho menos beligerantes. La gente que llegué a conocer estaban , eso sí, muy orgullosos de ser americanos; sus creencias estaban muy arraigadas y ejercían de americanos allá donde iban. Les veías venir. Sencillos, generosos, participativos, con un sentido de comunidad fortísimo, y con algo que me chocó profundamente: muy apegados a los símbolos. Y su símbolo número uno era y es su bandera. Mi primer 4 de Julio lo viví al lado del Atlántico. Mi madre americana engalanó su pequeño yate para celebrar el Día de la Independencia. Las barras y las estrellas inundaban todos los rincones. Ahora que se acerca nuestro Día de la Constitución, me pregunto: y nuestra bandera, ¿qué leche simboliza?. La no libertad de exhibirla en público sin correr el riesgo de que te tilden de facha. La desunión y la amargura de un pasado remoto que aún perdura en mentes retorcías.|DD|de niño nos pirrábamos por ir al cine Pavón a ver una de indios y americanos. Los buenos siempre eran los rostros pálidos, y los malos, como no, los pieles rojas. En aquellos tiempos lejanos de los sesenta uno no podía ni soñar que un día le dieran la oportunidad de conocer a los buenos de las pelis en vivo y en directo.Cuando en el verano del 87 conseguí irme a trabajar a Nueva York, un latigazo me recorrió tol cuerpo. Era una mezcla de acojone -con perdón- y gran emoción, seguida de unas enormes ganas de cambiar el agua al canario. Un buen amigo me avisó de que, probablemente, conocería a personas muy distintas a la imagen de prepotentes que sus líderes políticos iban dando por el mundo. Efectivamente el comportamiento general de los ciudadanos que conocí distaba mucho de caer en los tópicos que circulaban de ellos por Europa. Nada de arrogantes, creyéndose el ombligo del mundo, ni mucho menos beligerantes. La gente que llegué a conocer estaban , eso sí, muy orgullosos de ser americanos; sus creencias estaban muy arraigadas y ejercían de americanos allá donde iban. Les veías venir. Sencillos, generosos, participativos, con un sentido de comunidad fortísimo, y con algo que me chocó profundamente: muy apegados a los símbolos. Y su símbolo número uno era y es su bandera. Mi primer 4 de Julio lo viví al lado del Atlántico. Mi madre americana engalanó su pequeño yate para celebrar el Día de la Independencia. Las barras y las estrellas inundaban todos los rincones. Ahora que se acerca nuestro Día de la Constitución, me pregunto: y nuestra bandera, ¿qué leche simboliza?. La no libertad de exhibirla en público sin correr el riesgo de que te tilden de facha. La desunión y la amargura de un pasado remoto que aún perdura en mentes retorcías.|DD|de niño nos pirrábamos por ir al cine Pavón a ver una de indios y americanos. Los buenos siempre eran los rostros pálidos, y los malos, como no, los pieles rojas. En aquellos tiempos lejanos de los sesenta uno no podía ni soñar que un día le dieran la oportunidad de conocer a los buenos de las pelis en vivo y en directo.Cuando en el verano del 87 conseguí irme a trabajar a Nueva York, un latigazo me recorrió tol cuerpo. Era una mezcla de acojone -con perdón- y gran emoción, seguida de unas enormes ganas de cambiar el agua al canario. Un buen amigo me avisó de que, probablemente, conocería a personas muy distintas a la imagen de prepotentes que sus líderes políticos iban dando por el mundo. Efectivamente el comportamiento general de los ciudadanos que conocí distaba mucho de caer en los tópicos que circulaban de ellos por Europa. Nada de arrogantes, creyéndose el ombligo del mundo, ni mucho menos beligerantes. La gente que llegué a conocer estaban , eso sí, muy orgullosos de ser americanos; sus creencias estaban muy arraigadas y ejercían de americanos allá donde iban. Les veías venir. Sencillos, generosos, participativos, con un sentido de comunidad fortísimo, y con algo que me chocó profundamente: muy apegados a los símbolos. Y su símbolo número uno era y es su bandera. Mi primer 4 de Julio lo viví al lado del Atlántico. Mi madre americana engalanó su pequeño yate para celebrar el Día de la Independencia. Las barras y las estrellas inundaban todos los rincones. Ahora que se acerca nuestro Día de la Constitución, me pregunto: y nuestra bandera, ¿qué leche simboliza?. La no libertad de exhibirla en público sin correr el riesgo de que te tilden de facha. La desunión y la amargura de un pasado remoto que aún perdura en mentes retorcías.|DD|de niño nos pirrábamos por ir al cine Pavón a ver una de indios y americanos. Los buenos siempre eran los rostros pálidos, y los malos, como no, los pieles rojas. En aquellos tiempos lejanos de los sesenta uno no podía ni soñar que un día le dieran la oportunidad de conocer a los buenos de las pelis en vivo y en directo.Cuando en el verano del 87 conseguí irme a trabajar a Nueva York, un latigazo me recorrió tol cuerpo. Era una mezcla de acojone -con perdón- y gran emoción, seguida de unas enormes ganas de cambiar el agua al canario. Un buen amigo me avisó de que, probablemente, conocería a personas muy distintas a la imagen de prepotentes que sus líderes políticos iban dando por el mundo. Efectivamente el comportamiento general de los ciudadanos que conocí distaba mucho de caer en los tópicos que circulaban de ellos por Europa. Nada de arrogantes, creyéndose el ombligo del mundo, ni mucho menos beligerantes. La gente que llegué a conocer estaban , eso sí, muy orgullosos de ser americanos; sus creencias estaban muy arraigadas y ejercían de americanos allá donde iban. Les veías venir. Sencillos, generosos, participativos, con un sentido de comunidad fortísimo, y con algo que me chocó profundamente: muy apegados a los símbolos. Y su símbolo número uno era y es su bandera. Mi primer 4 de Julio lo viví al lado del Atlántico. Mi madre americana engalanó su pequeño yate para celebrar el Día de la Independencia. Las barras y las estrellas inundaban todos los rincones. Ahora que se acerca nuestro Día de la Constitución, me pregunto: y nuestra bandera, ¿qué leche simboliza?. La no libertad de exhibirla en público sin correr el riesgo de que te tilden de facha. La desunión y la amargura de un pasado remoto que aún perdura en mentes retorcías.Pa mear y no echar gota.