Típico es, no sólo en nuestro querido país, sino en el resto del mundo, que hasta que no ocurre una desgracia, no se toman medidas que de pura lógica se caen por su propio peso.Tuvieron que ocurrir los macabros atentados del 11- S para que la vigilancia y controles en aeropuertos se convirtiera en un desnudo integral del pasajero. En nuestro pueblo tenemos ejemplos que todos conocemos pero que sería muy aburrido recordar ahora -ya lo harán los políticos en la venidera campañita electoral-. Yo hoy aireo algo concreto. Como ciudadano manifiesto -¡chico qué solemne te ha quedao!- que antes de teclear estas líneas he comentado este asunto a los que tenía que comentárselo, que no son otros que los agentes municipales, además in situ. Cuando se hizo la contrarequetereordenación del sentido del tráfico en la ciudad, la calle en la que vivo, Río Guadiana, -la que va a parar al Cuartel de la Guardia Civil- pasó de ser de salida desde la plazuela sin nombre a Pablo Luengo a ser de entrada desde esta calle. Ya ha llovido desde que avisé que la peña pasa de todo, sigue la máxima de que "la línea recta es la más corta" e ignoran la señal de prohibición que está bien presentera en to la esquina. Algún día una de las múltiples motos que bajan a toa pastilla por la prohibida, se va a espampanar contra algún coche o camión que entre en la calle o que vaya a aparcar, y todos nos llevaremos las manos a la cabeza y lamentaremos que una calle que desde tiempo inmemorial fue de doble sentido -por donde se pueden cruzar dos coches perfectamente- se cambiara a uno sólo. No esperemos a que ningún cabra loca sea el que con una desgracia nos dé la voz de alarma y solucionemos algo, aunque sea por primera vez y sirviendo de precedente, que tiene fácil solución.Y es que la fuerza de la costumbre hace que, sin querer, te saltes la ley.