Dicen los que son amantes de las tradiciones de la zona que los carnavales de Navalmoral nunca se dejaron de celebrar. Así, mientras que en otros lugares la fiesta de Don Carnal estuvo prohibida aquí sólo se exigía salir a la calle con la cara descubierta. Quizá esta sea alguna de las razones de porque este fenómeno social se encuentra tan arraigado entre la población. La fiesta del pueblo por excelencia ha variado como cuenta Ángela Miguel en sus escritos. Antes era más modesta, pero la esencia se mantiene y se ve incrementada por la asistencia de aquellos que viven en otras localidades donde esta tradición carece de fuerza. Aquí encuentran la alegría, el colorido y una buena acogida por parte del pueblo moralo que disfruta compartiendo con los forasteros aquello que tanto se esfuerzan en preparar. Los carnavales no sólo se limitan a unos pocos días establecidos para su celebración sino que comienzan a vivirse desde el momento en que los grupos y peñas se reúnen, en la antesala del festejo, donde surgen y no siempre germinan todos los sueños.