Nos llegó el otoño pero hoy el pasisaje es distinto al que comtemplábamos ayer, al llegar estos días. ¡Qué bonitas eran aquellas tardes viendo caer las primeras aguas y contemplando la caída de las hojas en nuestro querido jardincillo! El otoño anunciaba aquellos fríos del invierno, las gentes al atardecer nos recogíamos en nuestras casas sentados en nuestra mesa camilla y unos y otros charlaban.Las mujeres hacían puntillas de bolillos y también los picos de ganchillo. Los hombres escuchaban las noticias en la radio con el oído bien pegado al aparato. Los muchachos chicos jugaban o leían el cuento del Capitan Trueno y las muchachas pasábamos el tiempo con nuestras muñecas peponas. De vez en cuando escuchabamos en aquel aparato de radio que parecía solo para los hombres aquella canción tan de moda que tanto os gustaba y que decía así Por el camino, camino verde que va a la Ermita; la fuente se ha secado; las azucenas están marchitas.ALMACéN PARA EL INVIERNONuestras abuelas y nuestras madres hacían acopio del picón que en nuestros braseron movíamos con la badila para calentar nuestros pies. También nuestras madres embotellaban tomate para el invierno; hacían mermeladas, enristraban los pimientos cornicabros y los ajos haciendo aquellas trenzas tan preciosas y también se hacía lo mismo con las cebollas para su conservación y todo esto se subía a la troje y allí se tenía para el largo invierno.También recuerdo aquellas sandías que se llamaban así de invierno y que se guardaban hasta nochebuena. Su color era amarillo en vez de rojo. Casi todos teníamos huerta y de esta manera y con las matanzas que se hacían en diciembre las patatas, los pimientos y todo lo demás teníamos nuestras despensas llenas y no carecíamos de nada. Nada de todo esto se parecía a lo que hoy tenemos ni siquiera aquel sabor se parecía al que hoy se nos ofrece.Por entonces hacía más viento que hoy. Recuerdo aquellas noches que tanto miedo me daban y que nuestros mayores nos decían que los ladrones aprovechaban para robar y cómo olvidar aquellas calles solitarias con aquella luz tan pobre. Pero eso sí: en las casas moralas reinaba la alegría.Cuantas mozas bordaron sus mantones y refajos, sus mandiles y sus toquillas de pelo cabra a la luz de los candiles. También recuerdo haber visto el carburo encendido, las mujeres moralas de antaño no trabajaban como lo hacen ahora y me parece un buen criterio porque la vida de ayer solo te preparaba para un futuro casamiento.Tengo en mi memoria, como desde muy niña, las madres se ocupaban para que sus hijas llevaran un buen ajuar, cuando hemos sido mayores nos hemos encontrado con las sábanas de hilo de nuestras madres y abuelas y aquellas preciosas toallas bordadas y los cojines también bordados que nunca estrenaron y que nosotras tampoco estrenaremos porque buscamos tejidos más comodos para no planchar. Y me pregunto para qué tanto trabajo sino lo disfrutaron.Nuestros nietos tal vez mañana piensen como nosotros lo hacemos hoy, el medio ambiente cada vez se ve más pobre por eso recuerdo nuestros paseos a la fuente del Corcho, también subíamos a la casetas de los Cabreros, a la fuente de la Bamba, también nos gustaba subir a la Piedra Caballera y chapotear en el pozo Nuevo y en tantos otros sitios recorridos por los moralos. Por eso insisto que aquellos colores del invierno eran más bellos que los de hoy, aquellas hojas amarillas que llenaban el suelo del parque de Don Casto Lozano, o las hojas de morera de nuestra Plaza del Ayuntamiento o la tierra del jardinillo cubierta de esas hojas del otoño de ayer. Y me sigo preguntando si mañana nuestros nietos tendrán la suerte que nosotros tuvimos.