La cuestión es sencilla. En el transcurso diario escuchas diálogos que prácticamente te aterran o mejor dicho son dignos de lástima por hacerte el importante en tu comunicación, y estropeas tu personalidad. Cuando llega a tu oído la palabra emigrante, la confunden con la de desplazado, pues es un grave error del desconocimiento del lenguaje, emigrante es que abandona su país para buscar un puesto de trabajo, mientras que desplazado es dentro de tu territorio nacional, cambia de localidad por sus circunstancias personales, por desgracia cuando es un desplazamiento, algunos tristes cerebros de cultura muy corta (posiblemente sólo conozcan las cuatro reglas), que por ello se vuelven locos con el euro, dan su juicio particular que roza el cotilleo diciendo: ¡éste viene escapao de algo!. O para más listeza psicológica (porque es un detective pobre) comenta con su interlocutor: ¡éste viene huido!. Es un inteligente que en su cabeza sólo porta pelo y agua cuando se peina, debajo de ello sólo existe serrín, no lo quieren ni los carpinteros (lo tiran a los contenedores) si reflexionamos, cuando alguien está escapado le busca el orden público, y si se tratara de huído, no habrá sido por el fuego, porque su ciudad continúa en el mismo lugar, y no se quedó en cenizas. Y... ¿de las escondidas familiares? Aquí sí que arden los comentarios y los comportamientos verdaderamente estúpidos, vayamos al caso tu hija se queda embarazada o existe una grave enfermedad en tu casa, el secreto al final, es a voces: ¡no se lo digas a nadie!. La meta es que la hija tiene su criatura, y el allegado fallece (a escondidas, mal asunto). Este tipo de comportamiento de envidia, falsedad y montajes, demuestran el borreguismo de algunas partes de la sociedad. Final, San Pedro, baja a por éste, que yo pagaré lo que cueste.