Podría escribir sobre rebajas. Prácticamente resulta una obligación en estos tiempos que corren, y a estas alturas de mes. Es el tema de la semana, la pregunta obligada cuándo te encuentras a alguien por la calle (después de felicitarle el año y que por cierto, parece que hace siglos que lo iniciamos). Las rebajas constituyen, además, los deberes que no podemos dejar de hacer. Una cita ineludible. Una actividad tal que algunos ya no preguntan si fuiste o no de rebajas, sino que directamente te abordan ¿qué te compraste en las rebajas?. Parece que todos durante este mes de enero contraemos la obligación de "salir de rebajas", como tenemos el deber de "ver la final de gran hermano y llorar en solidaridad por el triunfo de Fresita".

El grado de compromiso con las rebajas lo explica la conversación que hace un par de días oía. Dos amigas hacían planes sobre la excursión que no sé que asociación de mujeres de la zona estaba planeando a Madrid para "ir de rebajas ". Y es que además de estar de moda estos días "ir de rebajas ", lo más es ejerce esta actividad en "centros comerciales". Lugares, en los que dicho sea de paso, es difícil discernir épocas de "chollos ", cuando continuamente oímos aquello de los días de oro, la semana de la electrónica, la fiesta de los complementos o la campaña del 3x2. Unas prácticas que vuelven a poner de manifiesto la eterna disyuntiva entre David y Goliat, entre el pequeño comercio y la ingente superficie, y unas iniciativas que escapan al interés legislativo de las administraciones autonómicas que publican en los diarios los periodos de rebajas (de invierno y verano) así como los festivos que el comercio puede abrir al público en las distintas regiones..

Mucho se ha dicho de las rebajas, de los descuentos "reales ", de los chollos que se pueden adquirir o de las prácticas de algunas marcas de fabricar "con peor calidad", para el periodo de rebajas. Muchos también, en sus conversaciones, no han podido evitar las comparaciones entre los pequeños y los grandes. Precisamente, otra charla me descubría algunas de estas diferencias. Dos personas advertían de la comodidad de que determinados centros devolviesen el dinero después de comprobar que los regalos adquiridos no servían a sus destinatarios, y de las dificultades que suponen "los engorrosos vales o bonos ", que algunas tiendas, por asegurarse la compra, ofrecen a los cambios. Ante ello, una de ellas, advirtió esta práctica como menos mala, ante determinados establecimientos que no admiten devoluciones en estos periodos. En definitiva, que ante esta frenética actividad que suponen las rebajas de enero, mes de las compras por excelencia, no conviene olvidar las recomendaciones que estos días nos hacen las asociaciones de consumo. Planificar el gasto, no perder de vista la etiqueta para comprobar el descuento real, y asegurarse de cómo abordar los posibles cambios para no llamarnos a errores ni engaños. Vamos... aplicar la sabiduría popular. Aquello de que "nadie da duros a cuatro pesetas ", y por supuesto, "que del cielo para abajo, cada uno come de su trabajo".