De las casi cuatro horas diarias que pasamos viendo la televisión, más de hora y media lo hacemos solos. Así lo refleja el Anuario de televisión de la etapa 2002-2003 del Gabinete de Estudios de Comunicación Audiovisual (GECA), un trabajo que destruye la vieja estampa de la familia alrededor de la pequeña pantalla y que afianza la teoría de aquellos que entendieron que la "caja tonta " era ladrón de conversaciones familiares. Miembros del gabinete responsable de la edición del informe justifican el cambio de hábito en el mayor aumento de hogares unipersonales y sobre todo, en el mayor número de televisores en el hogar. Y es que como hay tanto que ver, no es extraño que aumentemos las ventanas para asomarnos al mundo. Empleamos 219 minutos en esta práctica. Prácticamente, cuatro horas de realitys, información rosa, concursos y ahora cada vez más series de ficción. Al parecer, la telerrealidad ha cedido puestos de honor a la ficción española, (y en este receso, tienen mucho que ver entregas como Cuéntame como pasó o Ana y los siete. Sin embargo, las aventuras y desventuras de famosos que sobreviven en una selva, en un hotel o en la sierra de Guadalix siguen despertando pasiones. Telebasura, que dicen algunos, que criticamos todos y que los responsables de la programación justifican en la excusa manida "es lo que demanda la gente " (Ahora el problema radica en encontrar a ese público, pues cuando preguntas, la gran mayoría se entretiene con los reportajes de la 2, y es incapaz de aguantar la movida de los famosos. Diferencias que existen entre la audiencia y los responsables de programación de las distintas cadenas).

Sin embargo, y a pesar de todo, los espectadores, al parecer, debemos estar contentos, porque la televisión que tenemos es una "televisión interactiva ", en la que podemos participar, exponer, y sobre todo, mandar nuestros mensajes. Desde que tenemos móvil, todo es más fácil, y hasta la televisión está en la onda, sin perder la cobertura. Cualquiera que pague su mensaje al xxxx puede decir la burrada que le apetezca, que aparecerá en directo en el faldón del televisor y con total impunidad. Lo importante es que manden muchos mensajes, que la cadena cobre por esta lapidación de peaje. Y todo en nombre de la interactividad, de la pluralidad y riqueza de pareceres. Pero además de opinar, esta televisión nos amplía el espectro de participación a los concursos a distancia utilizando el mismo formato. Una pregunta fácil, del tipo ¿de qué color es el caballo blanco de Santiago?, un jugoso regalo y un costoso peaje para acceder a tan suculento premio.

Y es que la diversidad de canales no se corresponde con la variedad de contenidos. Todos están cortados por el mismo patrón. Y si alguien quiere variedad, pues... siempre estarán los canales temáticos. Sea como fuese, y a pesar de la soledad en la que parece que vemos la televisión, este aparato es algo inherente a nuestro hogares, que ha encontrado su sitio, y que programaciones al margen, tiene ganada su condición de familiar.