Un artículo en EL PERIODICO DE EXTREMADURA, que firmaba el escritor extremeño Jesús Sánchez Adalid, invitaba, hace apenas una semana, a "darse una vuelta por Belvís de Monroy, a hacer turismo de interior en nuestra Extremadura cuyo otoño es tan peculiar". El texto, además de ser un hermoso retrato de las oportunidades turísticas de Belvís de Monroy, se convertía en un sutil alegato "de lo público". Me explico. Adalid relataba sus peripecias en Belvís, donde llegó para recabar información para su última novela, y enumeraba, entre sus principales fuentes de información, a "unas encantadoras señoritas que trabajan como agentes de desarrollo rural". El escritor las definía como "amables y educadas" y "con esa categoría que aporta el buen talante a quien presta un servicio público". Una afirmación a la que no estamos acostumbrados. Hay demasiados prejuicios, excesivas etiquetas sobre los trabajadores públicos, y casi nunca existen para ellos halagos. Y en este clima de desprestigio de lo público, no está de mal recordar la labor de estos hombres y mujeres que trabajan en nuestros municipios (lo digo por la cercanía) prestando un servicio público, casi siempre, y sirva la paradoja, desde la temporalidad de su puesto de trabajo, y lo hacen con el talante y la pasión de quien trabaja por su tierra.En los últimos meses, la administración regional ha subvencionado la creación de 3.000 empleos en los ayuntamientos de toda la región para que trabajen, fundamentalmente, en el servicio a los mayores o en la dinamización cultural y deportiva. Son, pues, muchos los que en nuestra región, también en nuestra zona, y desde el mes de febrero, trabajan como auxiliares de ayuda a domicilio o animadores socioculturales, deportivos, y son también muchas las noticias que éstos últimos han generado como promotores de la cultura de sus lugares de trabajo. Como trabajadores públicos, eventuales pero comprometidos, han propuesto, han animado grupos, impulsado iniciativas, dinamizado talleres... Y lo ha hecho desde la satisfacción que proporciona trabajar para "la gente de tu pueblo ", "o del pueblo de al lado "...La labor de estos profesionales, cuyo número ha engrosado significativamente el número de trabajadores públicos, sirve a estas líneas como elemento de reconocimiento al servicio público, que los prejuicios, y algunas malas experiencias, (también habrá que decirlo) han devaluado considerablemente, y lo han convertido en argumentos de chistes y mofas. Estos tópicos, que tradicionalmente se ceban con los empleados de la administración, entrocan directamente con una característica de este servicio. Y es que "como es público ", todo el mundo parece "tener derecho a cuestionar lo que se hace". Una dificultad que se multiplica, cuando además, trabajas en tu lugar de residencia, y son tus propios vecinos los que evalúan tu trabajo, tu dedicación o tu abandono, tus aciertos y tus desatinos. Una tarea, que además ejercen, "desde el convecimiento de lo bien que viven los que trabajan en el Ayuntamiento y lo poquito que... ". Sea como fuese, estas líneas se suman al agradecimiento de Adalid en su escrito "a las encantadoras señoritas de Belvís", que también con este medio se han mostrado "siempre dispuestas a colaborar ", y por extensión, a todas las personas, que desde su trabajo en la administración, reivindican cada día que su tarea, lejos de tópicos trasnochados, contribuye al progreso de nuestros pueblos, y nos enseñan, desde su eventualidad y permanente evaluación, que el desarrollo (esa socorrida palabra que muchos pronuncian, pero que pocos practicamos) comienza por "conocer y valorar lo propio " para, desde ese conocimiento real, poder proyectar un futuro. Empezar a creer en la profesionalidad de nuestra administración, es también un paso importante e imprescindible para conseguir el impulso de nuestra zona.