Robert Southey viaja en 1796 y en su Cartas escritas durante un viaje a España y una corta estancia en Portugal de 1808, nos señala que Navalmoral está a cuatro leguas de la Calzada de Oropesa y dice que en ese camino la primera parte discurre sobre un estéril erial, pero la última lo hace por un terreno bien provisto de bosques de encinas, y más cerca de Navalmoral un terreno bien regado con pequeños arroyos. Por encima de esos árboles vio la torre que marcaba su lugar de descanso situada en Valparaíso donde paró. Nos narra un hecho insólito y poco conocido, pues no tenemos referencias directas, indica que en nuestro municipio se había levantado un arco "tan alegre como podía crear el gusto de los habitantes y podían costear sus bolsillos". La frase que lo adornaba rezaba así: "viva Carlos IV y su real familia" en uno de los laterales y en el otro "Naval Moral 1796". Afirma que es el primer síntoma de lealtad hacia el rey que ha visto hasta ese momento (este viajero seguía al Rey que había iniciado un viaje por España). Asegura que no se utilizaban las almohadas y que en ese punto han dicho adiós a la tierra de las mantas. Además una observación, casi generalizada, de nuestros visitantes es que las posadas no tenían camas, lo que les obligaba la mayor de las veces a dormir sobre el duro suelo. El sábado 16 de enero conversa con un campesino en un bosque de encinas y alcornoques (El Espadañal). éste le cuenta que pertenece a los frailes del Escurial y en su posterior comentario añade que "la gente aquí no tiene tierra suficiente para su ganado y que sería mucho mejor dar a los frailes tierras junto a su convento, y dividir el resto entre la pobre gente de la vecindad". Da a conocer que los monjes toleran que los labriegos lleven sus cerdos a comer allí a cambio de 42 reales y no poder varear las bellotas. El viajero concluye que los árboles son muy viajeros por lo general y que los lobos y jabalís son numerosos aquí. Al salir del bosque dice entrar en una cenagosa llanura y divisa un Castillo y un Convento (Belvís).Robert Semple viaja en 1805 y escribe en 1808. Su libro lleva una guía de postas. En esa guía aparece Navalmoral con el nombre de Navalmoral de Plasencia, donde dice que es una pequeña y aceptablemente rica ciudad.Rouge Leaves escribe un diario mientras recorre España y Portugal durante los años de 1832-33-34. Cuando el 15 de diciembre llega a Naval Moral a desayunar dice que es un lugar pequeño, muy bien situado, bajo una montaña rocosa llena de huertas y de viñedos, y arroyos del agua más pura. Luego nos hace una descripción de cómo era Navalmoral en su organización política: "... una sencilla forma de autogobierno, consistente en un alcalde, escogido anualmente entre ellos mismos, el cual con el cura y el barbero, resuelven todos los asuntos".Pasaremos a tratar de conocer qué actitudes, qué acciones se tomaban por parte de las autoridades cuando llegaban viajeros ilustres. Tomaremos como ejemplo el viaje de María I, reina de Portugal. Durante al año de 1778 la Reina Madre de Portugal estaba girando una visita por España.Encontrándose en el Real Sitio de San Lorenzo, en noviembre de ese mismo año decide volver a su corte de Portugal. Evidentemente en su camino ha de pasar por nuestra localidad, por esto los despachos no paran de llegar a la Justicia de nuestros municipio. En ellos se indican las medidas necesarias a tomar para hacer confortable el viaje de la reina. En primer lugar se han de componer los caminos, haciendo incidencia en la entrada y salida del pueblo, ya que son los puntos que peor se encuentran.Se contratan a algunos jornaleros del pueblo como queda reflejado en documentos del Archivo Municipal. En segundo lugar se pide que "el municipio esté bien provisto de pan, carne, vino, cebada y paja, abundancia de víveres, carbón, nieve, y demás comestible y licores, los que tendrán prontos para entonces". Además se solicita que concurran los pueblos inmediatos, conduciendo a los pasos gentes para aumentar o celebrar buenos mercados.Como podemos ver el paso de un rey, reina o alto cargo suponía una auténtica movilización para toda la zona, amén de un alto gasto, pues se debían poner a disposición del viajero todas las comodidades que había.