La fuerza del teatro es que ocurre en el instante y eso lo hace único. No hay nada que lo sustituya". La creencia de Pedro Rodríguez en su profesión explica que veinticinco años después de participar en la fundación del grupo Suripanta vaticine otros veinticinco años de trabajo en medio de la incertidumbre actual. Con o sin crisis, "y el teatro está en crisis desde que se creó", dice, la veterana compañía extremeña pretende que el público siga divirtiéndose en el teatro. Para conmemorar su primer cuarto de siglo como grupo profesional ha inaugurado una exposición de maquetas y carteles de sus 19 montajes en la sala Vaquero Poblador de Badajoz.

Aquí no paga nadie , la obra con la que abrieron esta etapa, marcó la trayectoria posterior, basada en el texto teatral y el trabajo del actor, que invitan a reflexionar y a "pasarlo bien". De ahí el peso de la comedia en muchos de los espectáculos del grupo. "El público agradece que puedan decirse las cosas más duras y a la vez divertirse, que no es necesariamente reírse sino pasarlo bien, según decía Bertold Brecht".

Siete actores dieron el paso al profesionalismo en 1986 y solo tres de ellos (Pedro Rodríguez, Pilar Gómez y Jesús Martínez) mantienen viva la compañía desde 1992. "Veníamos del teatro de aficionados y queríamos dedicarnos a la escena con mayor intensidad, vivir de esta profesión". Eran los tiempos, recuerda Rodríguez, en que el teatro independiente daba sus últimos coletazos. De aquellos grupos solo sobrevivieron los catalanes (Els Joglars, Comediants o La Fura dels Baus).

En los 19 montajes que ha estrenado son mayoritarios los autores de fuera de España y una mayor presencia de dramaturgias del siglo XX. "No ha sido deliberado. No haces planes de 25 años", explica Rodríguez. Muchas veces se han guiado por el conocimiento de los autores y su calidad. "Son grandes dramaturgos que hacen reflexionar al espectador". Shakespeare, Valle-Inclán, Plauto, Brecht o Chejov forman parte de la nómina de escritores seleccionados por la compañía, que ha rehuido adentrarse en terrenos experimentales, "con un lenguaje que no se entienda. Nosotros siempre hemos querido contar algo, una historia".

En la apuesta por la comunicación, el público aparece siempre en el horizonte de las discusiones previas a cada montaje. "Primero pensamos en nosotros. Pero si nos gusta lo que elegimos tratamos de que le guste al público". En esa decisión, dice Rodríguez que hay "rigor, ausencia de concesiones y de modas. Al público a veces parece que se le quiere reducir el coeficiente intelectual". Recuerda el montaje de Severa vigilancia , de Jean Genet. "Nos decían que era muy duro. Y también dijeron que elegir a Darío Fo era un gesto muy político" señala apuntando a la figura del intermediario, del programador "que es el que a veces no piensa en el público".

Si el debut con Aquí no paga nadie definió los modos de Suripanta, Retablo de la avaricia y la lujuria (1987) marcó uno de sus hitos y aún hoy, recuerda Rodríguez, la gente del teatro pide ver el vídeo de aquella función como un ejemplo de montaje del esperpento valleinclaniano, que dirigió el asturiano Etelvino Vázquez. Y si hoy se evoca Perfume de mimosas (1989), una recreación del Badajoz del franquismo escrita por Miguel Murillo, como uno de las referencias del teatro extremeño, Rodríguez matiza el recuerdo. "Es cierto que había gente que lloraba en cada función, pero para mí no es el montaje más emblemático". Ese lugar, entre otros trabajos, lo ocupa, por ejemplo, Severa vigilancia (1995), de Jean Genet, que reúne a tres personajes, delincuentes homosexuales, en una celda. Vi-