Creador de populares iconos del tebeo como Zipi y Zape, Carpanta y Petra, criada para todo, se autodefinía Josep Escobar (1908-1994), siempre con su inseparable pipa, como «historietista nato» y, como recogió Antoni Guiral en Cuando los cómics se llamaban tebeos, auguraba: «La historieta es algo importante y con el tiempo lo será todavía más. Y, sin lugar a dudas, se establecerá un premio Nobel de la Historieta. Sí señor». «Se veía como un ninotaire -constató ayer su nieto Sergio-. Siempre estaba dibujando, incluso los fines de semana». «Era un maestro, un gran amigo, gran compañero, gran artista, un hombre sencillo y trabajador», añadió un Francisco Ibáñez, que siguió sus pasos en Bruguera.

Y era «un visionario», se sumó el escritor Javier Pérez Andújar, mostrando la polifacética visión de un dibujante que fue además actor y dramaturgo, creador de cursos de dibujo por correspondencia en plena posguerra, un avanzado en el cine de animación e inventor: entre otros, del Cine Skob, un Cinexin avant la lettre expuesto en la muestra de 12 originales y otros objetos personales de Escobar (no faltan dos de sus pipas ni sus pinceles) que hasta el 30 de mayo luce en la Fnac Triangle de Barcelona.

Ahora, al cumplirse, el próximo domingo, 25 años de su muerte, la nueva Bruguera bajo el paraguas de Penguin Random House homenajea a Escobar con la reedición de las 16 aventuras largas de Zipi y Zape, sus personajes de más éxito, de los que dibujó más de 10.000 páginas. El 4 de abril salen a la venta las dos primeras, La vuelta al mundo (1970) y El tonel del tiempo (1971), en junio, Detectives en acción. «Además de al público de siempre, buscamos llegar a un nuevo lector, a los niños de hoy», porque estos traviesos gemelos «tienen unos valores universales y atemporales», consideró Sergio Escobar. Este rescate se caracteriza por un nuevo logotipo y una revisión de la rotulación y del color. «Por ejemplo, el rubio de Zipi -señaló la editora Isabel Sbert- antes tanto era rubio ceniza como casi pelirrojo». Y, añadió, que «también se ha hecho una revisión lingüística, sutil y respetuosa con el original, para adaptar expresiones o frases que han quedado descontextualizadas para el lector actual».

Pérez Andújar insistió en lo de «pionero». Aunque con 8 años Escobar ya sabía que sería dibujante, con 12 pintó un mural de seis metros en una calle de Granollers con caricaturas de Samitier, Zamora... «Pensó que sería una buena forma de darse a conocer, se avanzó al arte urbano», explicó el escritor, aunque una semana después se dio cuenta de que se había olvidado de firmarlo.

En los años 20 y 30, dibujó en Sigronet, Papitu, Pocholo... y entró, en 1924, en El Gato Negro (luego Bruguera) a la vez que ganó plaza en Correos, como su padre, que perdió tras la guerra al ser depurado por el franquismo, tras ser del Sindicato de Dibujantes Profesionales y hacer dibjos políticos en L’Esquella de la Torratxa. Su pasado republicano le valió una condena de seis años y un día, aunque salió de prisión al año y medio y volvió a Bruguera.

Burlando la censura

Ahí nacieron Carpanta, Zipi y Zape y sus numerosos personajes femeninos. «Fue uno de los dibujantes de la época que dio más protagonismo a las mujeres en sus series, con Petra, doña Tula, Blasa, doña Tomasa, doña Trini… Creo que fue por sus valores republicanos forjados desde la escuela -opinó Pérez Andújar-. En La vuelta al mundo, doña Jaimita lleva pantalones. Y se la metía doblada a la censura: en El tonel del tiempo, cuando Zipi y Zape llegan a la antigua Roma, un romano saluda al César con el brazo en alto y este le dice que puede bajarlo, que no llueve. Es lo que se pensaba en España cuando lo levantaban los fascistas». O reflejando, con Carpanta, el hambre de la posguerra, aunque la censura le reprendiera, porque «en la España de Franco no se pasaba hambre».

En 1957, junto a otros grandes-Cifré, Conti, Peñarroya y Giner-, abandonó Bruguera para crear Tío Vivo y reivindicar a los dibujantes como dueños de sus personajes. Carpanta o Petra, anclados a la sociedad de posguerra, no han sobrevivido al paso del tiempo. Pero sí Zipi y Zape, para quienes los herederos proyectan una película animada y buscan dibujantes para nuevas aventuras adaptadas al siglo XXI: la madre, doña Jaimita, ya no estará siempre pelando patatas y su marido, Pantuflo Zapatilla, ya no tendrá tanto poder patriarcal. Pero seguirán siendo tebeos.