Tendría gracia que, 24 años después de ganar la Palma de Oro con su primera película, Sexo, mentiras y cintas de vídeo , Steven Soderbergh se llevara de nuevo el premio con la que él mismo insiste en considerar la última de su carrera, aunque cada vez lo haga con la boca más pequeña. "Si ésta es la última que hago, estoy feliz de acabar así el viaje", aseguró ayer acerca de Behind the Candelabra , el retrato de Liberace que ha dirigido para la HBO y que ayer presentó a concurso en Cannes.

El pianista Liberace fue toda una leyenda tanto por su enorme éxito como por su querencia a los abrigos de pieles, las lentejuelas, los anillos gigantes de oro y lo kitsch en general. Hasta que el sida acabó con él en 1987, Liberace negó su homosexualidad. Behind the Candelabra adapta las memorias de Scott Thorson, que era solo un adolescente cuando empezó con el cincuentón icono una relación condenada al desastre por una razón muy sencilla: Liberace era un monstruo, y llegó a obligar al joven a que se hiciese la cirugía plástica para parecerse a él.

Soderbergh se lo pasa en grande recreando el lujo hortera, pero por desgracia no se contagia de él: su narración es estrictamente convencional y, peor aún, clínicamente fría. Sodebergh sabe hacer muchas cosas bien pero retratar la torridez y el tumulto emocional no está entre ellas. En todo caso poner a Michael Douglas, en su día icono heterosexual absoluto, en la piel de Liberace es un golpe de genio. Ayer, el actor recordó emocionado cómo Soderbergh esperó a que venciera al cáncer de garganta para rodar: "Fue un regalo precioso. Me siento muy agradecido", señaló.

FELLINI REVIVIDO ¿Qué pensaría Federico Fellini de la otra película presentada a concurso? ¿Se sentiría homenajeado o plagiado? La pregunta tiene sentido porque las conexiones de La grande bellezza con la La dolce vita (1960) son obvias. "He tratado de no imitar, pero ese cine ha influenciado a toda la generación actual de directores italianos", explicó ayer el director Paolo Sorrentino acerca de esta película exuberante, emotiva, alocada, chabacana y bellísima que lo confirma totalmente recuperado del traspiés creativo que para él supuso This must be the place (2011). Como el clásico felliniano, La grande bellezza mezcla la sátira social y religiosa con una profunda melancolía existencial, transita alegremete entre sueños, realidad y fantasía y, en esencia, retrata la lenta recuperación de un escritor --inmenso Toni Servillo-- aquejado de parálisis creativa. A Fellini le habría encantando.

Por otra parte, en la sesión de ayer el crítico de cine español Diego Galán presentóen el festival de cine francés, pero fuera de competición, el documental titulado Con la pata quebrada , que analiza el papel de la mujer en la sociedad española a través de más de 180 fragmentos de películas producidas en los últimos 80 años, desde El negro que tenía el alma blanca (1934) hasta Blog (2010).