José Saramago murió ayer a los 87 años en Lanzarote, la isla desnuda en la que decidió radicarse cuando en su país dejaron de demostrarle afecto. "No escribo para que me quieran, eso queda para García Márquez, yo solo escribo para comprender el mundo", confesó hace años a este diario. El autor arrastraba una leucemia que lo había consumido en los últimos meses. Murió acompañado de su segunda esposa, la periodista granadina Pilar del Río --27 años más joven-- que a poco de conocerle se convirtió en su traductora e inseparable compañera.

La trayectoria del escritor ha recorrido un largo camino desde sus orígenes campesinos, "más pobre que las ratas", en su aldea natal de Azinhaga, Ribatejo, cercana a Lisboa, hasta su encumbramiento con el Premio Nobel de Literatura en 1998 que deparó a la lengua portuguesa su única distinción de esta categoría. Ese recorrido de Cenicienta literaria es fundamental para comprender su figura y sus obsesiones. En la casa natal del escritor solo había un libro que sus padres, analfabetos, conservaban en un cajón. Muy pronto el pequeño José se vio obligado a abandonar la escuela para ayudar a la economía familiar y los pocos estudios a los que accedió se hicieron de forma oficiosa a golpe de voluntarismo en la biblioteca pública. Emociona pensar que su capilla ardiente, abierta ayer por la tarde, se ubicó también en otra pequeña biblioteca. Fue en Tías, la localidad canaria en la que vivía, aunque esta vez el lugar llevase el nombre del escritor.

Los orígenes humildes marcaron su literatura, desencadenaron su militancia comunista y dispararon su inconformismo, que en los últimos años, más que nunca, le convirtieron en una especie de profeta bíblico que presagiaba calamidades. El autor tuvo un reconocimiento tardío. Antes de dedicarse plenamente a la literatura ejerció diversos oficios, entre ellos el de periodista en Diario de Noticias. En 1980, próximos ya los 60 años, llamó la atención de la crítica con su cuarta novela Levantado del suelo en la que trasladaba a la ficción sus orígenes rurales. Dos años más tarde, su popularidad sería absoluta con Memorial del convento , que marca el inicio del ciclo de sus mejores trabajos, en el que se incluyen la excepcional El año de la muerte de Ricardo Reis . Gran parte de sus novelas se ajustan a un esquema cercano a la parábola, ya sea la península ibérica desgajándose del continente en La balsa de piedra , El evangelio según Jesucristo que propició el repudio de la derecha portuguesa y su voluntario exilio canario, el célebre Ensayo sobre la ceguera que muestra un mundo sin perspectiva abocado a los más bajos instintos o sus últimos trabajos, como La caverna , El hombre duplicado , Las intermitencias de la muerte o El viaje del elefante , muchas de ellas ellos organizadas en torno a la pregunta: "Qué pasaría si...".

FABULAS CON ENSEÑANZAS Los últimos trabajos de Saramago funcionaban como didácticas fábulas en las que desgranaba sus pensamiento sobre lo que le incomodaba en el mundo: ya fuera el consumo, el sistema democrático o la religión. En Caín , publicada el pasado año, volvió a hacer gala de su proverbial ateismo en una diatriba contra la Biblia que volvió a levantar ampollas en los estamentos católicos.

Las honras fúnebres del escritor serán laicas y culminarán un sentimiento de reconciliación con su país, un acercamiento que el escritor ya había iniciado en los últimos años. Por ello, los restos mortales viajarán hoy hasta Lisboa y mañana serán incinerados en Lisboa, según informa la Fundación José Saramago. Una parte de las cenizas se depositarán en su aldea natal, Azinhaga, y otra bajo un olivo en su casa canaria.