Tenía 88 años, vivía en Nueva York junto al río Hudson y era la voz más respetada de la literatura afroamericana. Una neumonía ha acabado con la vida de Toni Morrison, la autora de Beloved, a la que una encuesta entre críticos y escritores realizada por el New York Times encumbraba al puesto de la mejor novela en lengua inglesa (luego los británicos dijeron la suya) de los últimos 25 años del siglo XX. Lo sea o no, lo cierto es que ya no se puede pensar en la historia de la negritud norteamericana y la lacra de la esclavitud y el racismo sin tener en cuenta las ficciones de la autora que fue bendecida con el Pulitzer (a Beloved, naturalmente) y con el Nobel en 1993 (con tan solo seis novelas en su haber, lo que es bastante insólito porque el galardón sueco suele fijarse en trayectorias más frondosas). Lo que realmente importó a la Academia Sueca fue la fuerza «visionaria y poética» de su voz.

Aunque no se lo propusiera, el destino de Morrison fue romper barreras. La primera mujer negra en ganar un Nobel pero también la primera en recibir el Pulitzer y el Premio de la Crítica. Eso fue tan solo la constatación de que la obras de Morrison (especialmente las que antecedieron al Nobel) se convirtieran en clásicos instantáneos.

Morrison solía contar una historia que a su vez le había contado su padre, un modesto obrero soldador, según la cual cuando este tenía 15 años vio horrorizado cómo una patrulla de blancos linchó a dos comerciantes negros que vivían en su misma calle, en Georgia. Aquel episodio le llevó a instalarse en Lorain (Ohio) buscando un ambiente algo más integrador. No lo logró del todo. Cuando Morrison, que nació allí, tenía dos años, el casero decidió castigar a la familia por retrasarse en los pagos del alquiler incendiando la casa. Nadie salió herido, pero sobreponerse al siniestro fue toda una lección de dignidad para la familia. El relato terrible de esas crueldades unido a la tradición popular de la cultura afroamericana marcada por la magia y las historias de fantasmas alimentó el disco duro de sus futuras fiiciones. Hay quien ha querido ver la huella del realismo mágico de Gabriel García Márquez en su obra sin apreciar lo genuino de su propia tradición oral, marcada por la polifonía y la magia tribal.

Morrison tenía 39 años cuando, después de un divorcio con el arquitecto Harold Morrison que la dejó con dos hijos a su cargo, se convirtió en escritora. Antes había pasado por Howard, una universidad de Washington solo destinada a los negros en la que años más tarde ella misma daría clases. También fue el primer lugar donde se enfrentó a la segregación institucional, obligada a viajar en la parte trasera de los autobuses. Comenzó a trabajar como editora en Random House, donde fue la primera editora senior de raza negra.

Su primera novela, Ojos azules (1970), que escribió robándole horas al descanso mientras trabajaba como editora, no tuvo demasiada repercusión. Tres años más tarde, Sula fue nominada al National Book Award, pero no sería hasta su tercer trabajo, La canción de Salomón (1977), que obtendría un reconocimiento generalizado y además, el National Book de la Crítica.

Pero nada hacía presagiar la fama de Beloved (1987), que situó la literatura de Morrison -una nueva barrera derribada- en el centro del canon de la literatura estadounidense. Con este relato que se inicia con un terrible crimen, el de una esclava fugitiva que antes de ser apresada y para evitar que su hija pequeña sufra su misma suerte decide asesinarla, obtuvo un éxito comercial clamoroso, amplificado por las recomendaciones de la presentadora Oprah Winfrey que lo incluyó en su club de lectura. Morrison consiguió con esta novela ampliar el marco de sus lectores, sin tener que pedir perdón por ello. «Escribo para los negros, de la misma manera que Tolstoi no estaba escribiendo para mí, una niña de color de 14 años de Lorain, Ohio. No tengo que disculparme por que no haya blancos en mis libros. La cuestión es no tener al crítico blanco sentado en tu hombro y pensar que eso está bien», aseguró en una entrevista.

Beloved también inauguró una trilogía que se completó más tarde con Jazz y culminaría en Paraíso, que apareció tras la recepción del Premio Nobel (por cierto, con críticas dispares).

Mujer comprometida con la causa de los derechos civiles de los negros, Morrison apoyó firmemente al presidente Barak Obama y tras la elección de Donald Trump dejó oír sus quejas en Luto por la blancura, un artículo del New Yorker en el que se lamentaba de la deriva racista que estaba adquiriendo Estados Unidos.