En Venecia, de momento, la cosa parece ir de perfiles trágicos en la era dorada de los grandes estudios de Hollywood. Si La Dalia Negra , la película inaugural, tejía una trama alrededor del crimen macabro de una aspirante a actriz en los años 40, ayer dimos un salto adelante, hasta los 50, y nos encontramos en competición a Hollywoodland , otra historia real de sueños triturados y final misterioso.

Una diferencia crucial radica en el protagonista, nada de una neófita, sino George Reeves, el actor que encarnó al primer Superman televisivo y cuya muerte produjo un impacto brutal en millones de niños. Muchos recordarían el 16 de junio de 1959, cuando su cadáver apareció en su casa con una bala incrustada en la sien, como el día en que perdieron la inocencia.

La película, ópera prima de Allen Coulter,, cuenta con muy buena mano los frustrados intentos de Reeves por forjarse una carrera al margen de Superman. Adrien Brody encarna al detective; a Reeves le da vida Ben Affleck. ¿Quién dijo que Affleck no valía un céntimo como actor? Se dice que cobró menos y engordó 20 kilos. Bien hecho. Por una vez es convincente.