S obre la gala de ayer circulan dos rumores: uno, que entre los asistentes no se sirvió suficiente alcohol; otro, que casi todo se lo habían bebido los miembros de la HFPA hace unas semanas, cuando votaron entre los títulos nominados al Globo de Oro en las dos categorías de Mejor Película.

Es mentira que circulen, claro. Y, en realidad, el triunfo de Bohemian rhapsody y el de Green book no deberían sorprendernos. Ambas cintas son relatos de época basados en casos reales, que incluyen interpretaciones resultonas y vehiculan mensajes pomposos. Quienes reparten premios suelen pirrarse por ese tipo de película; y por eso a los votantes les habrá dado igual, de entrada, que Bohemian rhapsody siga los clichés asociados a los biopics musicales tan al pie de la letra que resulta casi paródica, y que en lugar de centrarse en ahondar en Queen o Freddie Mercury prefiera hablar de lo peligroso que es salir mucho de fiesta o, sobre todo, tener sexo gay. En efecto, la película reduce la homosexualidad a una serie de encuentros carnales, y los retrata como algo sórdido y pernicioso. De su metraje solo destacan sus momentos musicales pero, ¿no está ya YouTube para eso?

Por lo que respecta a Green book, no tiene ni una sola escena que no se vea venir desde muy lejos, y eso incluye aquellas demasiado manipuladoras o demasiado bobas para ser incluidas en ninguna película que se respete a sí misma.

Su argumento, además, puede compararse con una sucesión de lecciones suministradas por un profesor de parvulario, y resumidas quedarían así: todas las divisiones de raza y clase pueden superarse si compartimos con el prójimo un cubo de pollo frito.

La única explicación de que una película así gane premios es que en Hollywood necesitan recordarnos que ellos no son racistas. ¿Significa eso que Green book es favorita cara a los galardones del 25 de febrero, los que importan de verdad? No. ¿Lo es Bohemian rhapsody? Tampoco.

A los Globos de Oro, ya sabe usted, se los considera la antesala de los Oscar, pero la estadística demuestra que su poder predictivo es nimio. Ambos títulos participarán casi seguro en la carrera por el Oscar a la Mejor Película, pero están tan lejos de ganarla hoy como estaban anteayer. Bradley Cooper puede seguir ensayando frente al espejo.