Demencial y frenética, Las brujas de Zugarramurdi es la última locura de Álex de la Iglesia (Bilbao, 1975). Una road movie repleta de humor negro en la que dos pobres diablos (Hugo Silva y Mario Casas) roban miles de anillos de boda en un Compro Oro de Madrid. Huyen de la policía y acaban en un inhóspito pueblo navarro donde se topan con unas brujas a punto del aquelarre: Terele Pávez, Carmen Maura y Carolina Bang. La película se estrena la semana que viene y su director la presentó ayer en el Festival de San Sebastián.

--En el rodaje aseguró que el que salía peor reflejado en Las brujas de Zugarramurdi era el hombre. Pero, en realidad, es la mujer la que sale castigada. Es posesiva, manipuladora, obsesiva... ¿Hay misoginia?

--No, qué va. Hay misantropía. Ahora en serio, lo que hay son ganas de hacer reír y de disfrutar con la guerra de sexos. Yo me pongo del lado del más débil. Pero estoy bastante de acuerdo con el discurso de las brujas en el aquelarre. Estoy con ellas, convencido de que si existe Dios seguro que es una mujer.

--Hugo Silva da vida a un padre divorciado que sufre la histeria de su exmujer. Cualquiera que vea la película puede pensar: vaya divorcio que ha tenido Alex de la Iglesia.

--No, joder, sencillamente es una exageración, una locura. La cosa es convertir mi vida y lo que tengo alrededor en una farsa para reírme de ella. Creo que ni los hombres somos tan inútiles ni las mujeres tan terribles. Obviamente. Lo divertido es exagerarlo y convertirlo en una tragicomedia absurda.

--Vivimos tiempos de corrección política. ¿Teme que algún colectivo feminista ponga el grito en el cielo?

--No creo. Tengo mucho respeto a las feministas. Y creo que son suficientemente inteligentes como para darse cuenta de que no hay nada serio en todo esto.

--Ya, pero cualquiera que se vaya a casar se lo puede pensar dos veces si ve su película.

--Sí, miles de promesas perdidas, infidelidades, engaños, mentiras... Pero esto no es universal. Creo que hay oportunidades de tener un matrimonio feliz. De hecho, me encanta el matrimonio. No lo descarto.

--¿Es atrevido poner a un ídolo masculino como Mario Casas haciendo de lelo?

--No, es una operación muy calculada. Mario es un extraordinario actor y estaba deseando hacer una cosa distinta a su trabajo habitual. La razón por la que es un ídolo de masas es porque tiene una capacidad de atracción acojonante. Hay 10.000 tíos tan guapos como él, pero no generan esa fascinación. ¿Por qué? Lo descubres cuando ruedas con él. Es alguien que tiene la profesión en la sangre. Cuando pienso en los actores del Hollywood clásico que me recuerdan a él, un nombre que se me ocurre es el del Cary Grant. Gente que enamora.

--Usted lleva muchos años viviendo en Madrid, pero ha querido mirar a Euskadi.

--Sí. A la mujer vasca, que es importantísima. Tenemos muy cerca la sociedad matriarcal. Es una manera perfecta de contar el guión: unos tipos de Madrid que pasan por Euskadi y se encuentran con una sociedad cerrada, dominada por la mujer. Hay admiración, locura, miedo. Hay todo lo que para mí representa la mujer y la sociedad vasca.

--¿Usted tiene una relación muy estrecha con su madre?

--Mi madre es esencial en mi vida. Mi madre sigue siendo la imagen de Bilbao. Y su casa sigue siendo un lugar fascinante y siniestro. Un lugar maravilloso y también preocupante.

--¿Preocupante?

--Sí, porque los recuerdos infantiles siempre son buenos y terroríficos.

--Teniendo a Terele Pávez o Carmen Maura ¿por qué usar tanto efecto digital?

--La escena final tiene que ser así, es maravillosa. Tiene que aparecer la diosa madre.

--Personalmente, ¿qué le aporta Telere Páez?

--Ganas de vivir. Ilusión. Una fuerza y una energía sin igual. Es un portento, una de las mujeres más apasionantes que conozco.

--¿Alguna actriz extranjera se le parece?

--Muy pocas, francamente. ¿A ese nivel? No sé. Podríamos hablar de Anjelica Huston, pero me quedo con Terele. ¿Meryl Streep dentro de unos años? No sé...

--Acaba de rodar el anuncio de una empresa de telefonía. Y ahora hará el de la Lotería de Navidad. Y después, un documental sobre Messi. ¿Es el director más ocupado del cine español?

--Hombre, no diría tanto. Hay un montón de gente que está trabajando y que no tiene la cobertura mediática que tengo yo. Pero no puedo parar, tengo que trabajar.

--¿Es un estado de ánimo en usted?

--No, es pagar las facturas. Se lo aseguro (risas).

--Será que gasta usted mucho.

--Bueno, hable con un padre divorciado. Hay bastantes gastos. Pero es verdad que vitalmente me encuentro en un momento muy activo, con muchas ganas de hacer cosas. Debe ser la edad.

--¿Se queda con José Ignacio Wert o con Angeles González-Sinde?

--Depende para hacer qué.

--Para negociar el nuevo modelo de financiación del cine.

--Ya no juego a eso. Tuve mi momento. Hice lo que tenía que hacer. Y ahora soy un director más. No doy lecciones a nadie.