"El Andy Warhol del siglo XV", dicho así suena como un eslogan atrevido. Pero quien califica al pintor Bartolomé Bermejo es Pepe Serra, director del Museu Nacional de Arte de Catalunya, a quien hay que hacer caso porque de esto sabe un rato. Llega al MNAC, hasta el 19 de mayo la práctica totalidad de la obra que se conserva algo más de una veintena de cuadros, oleos sobre tabla- de ese pintor enigmático nacido en Córdoba y activo en Valencia, Aragón y Barcelona entre 1468 y 1501, artista gótico que ya prefigura el renacimiento que vendría. Un desconocido para el gran público, sí, pero capaz de haber convocado más de 100.000 visitantes en el Prado (coproductor de la muestra) y haber demostrado que está a la altura de los grandes maestros flamencos Jan Van Eyck o Roger van der Weyden, con quienes tiene no pocos puntos de contacto.

Y por qué lo de Andy Warhol? No porque gozara solo de un cuarto de hora de fama, que la tuvo espuertas en su momento, para recuperarla tras un eclipse de cinco siglos cuando en el XIX la pintura renacentista empezó a cotizar al alza y se realizaron no pocas copias (primer detalle warholiano) o por su milimétrica obsesión por los objetos, sino también por su cualidad de outsider, cuando el término aún no se había inventado.

Un puzle intrigante

El comisario de la exposición, el profesor Joan Molina desvela las pistas -pocas porque la verdad es que de Bermejo apenas si se tiene información, para reconstruir el intrigante puzle de su vida-. Se sospecha que fue judío converso y para ello hay que remitirse a que su esposa fue juzgada por la inquisición y que uno de sus principales valedores también lo fue. Pero hay más y son detalles fascinantes propios de La tabla de Flandes de Arturo Pérez Reverte: el hecho de que sobre su firma siempre sobrepusiera el acróstico de Jesús, como una forma de destacar cara a la galería su cristiandad y, esto es lo mejor, que se atreviera a mostrar a Jesucristo en su íntegra majestad, cubierto apenas con unos velos que traslucen sus órganos sexuales, algo que en muy contadas ocasiones aparece en la pintura europea. Mostrar el sexo de Cristo es una forma de humanizarlo y por lo tanto de negar su naturaleza divina, explica el comisario.

A ello hay que añadir que muy probablemente no fuera un hombre fácil. Si no por qué se le amenazaría en un contrato de excomulgarle de no terminar la obra?. O el hecho de que fuera uno de sus alumnos aventajados el encargado de administrar el dinero de un encargo y de pagar a su maestro cuando este acabase lo acabase. Manirroto, jugador, depresivo? Un hombre fuera de la norma, en todo caso.

La joya de la corona

Hay algunos cuadros en esta magnífica exposición que merecen mención especial. El 'San Miguel triunfante sobre el demonio' que a principios del siglo pasado adquirió un particular británico, de ahí que acabara en la National Gallery de Londres que en junio por cierto acogerá la muestra casi al completo-. En la que se hace evidente otro gran misterio del pintor. Cómo sin haber salido apenas del reino de Aragón, que se sepa, pudo haber recibido una influencia tan importante de la pintura flamenca? "En Valencia donde pintó esta tabla el influjo de este tipo de pintura fue muy grande, pero Bermejo no se limita a copiar, su estilo es absolutamente personal", aventura Molina. Pero también y sobre todo la perla de la corona, la 'Piedad Desplà', obra que termina en Barcelona a las órdenes del arcediano Lluís Desplà en quien encontró un enorme apoyo y un importante consejero.

Hasta hace muy poco quien quisiera ver la obra maestra de Bermejo tenía, sortear turistas y acercarse a la Catedral de Barcelona, pero ni siquiera así satisfaría su curiosidad porque el humo de las velas y el paso de los años oscurecieron la obra hasta el punto de que una luminosa restauración le devolvió en el 2017 todo su esplendor. Al estilo de Dónde está Wally (perdón por un ejemplo tan poco cultivado) el espectador puede entretenerse buscando las 73 especies botánicas que se sitúan en el cuadro, amén (nunca mejor dicho) de las zoológicas e intentar leer la Biblia que sostiene San Jerónimo, la otra figura al otro lado del donante. "Todos los textos que aparecen en los cuadros de Bermejo se pueden leer, aunque no a simple vista". Es una muestra más del estudiado ilusionismo del pintor capaz de atrapar al espectador siete siglos después como lo hizo el primer día.