Si en la tele primara el ingenio, Antonio Gasset no habría abandonado jamás las pantallas. Sin embargo, el ERE que podó la veteranía de RTVE en el 2007 lo mandó a la prejubilación y, desde entonces, la ironía sarcástica y elegante de su voz, que disfrutaban con devoción los fieles seguidores de Días de cine, solo la gozan las pocas personas que forman su círculo más íntimo. Ese día perdió la tele, perdieron los espectadores y perdió él. Desaparecido del mapa durante estos cuatro años, el premio que le acaba de dar el cine español ofrece la coartada perfecta para confirmar que conserva intacta su capacidad para la socarronería y una honestidad que le impide disimular sus flancos débiles. No por dormir en el desván las joyas brillan menos.

--¿Le sorprendió que le dieran este premio?

--Sí, mucho. Además, me contaron que la elección fue unánime. Imagino que estuvieron de acuerdo para acabar antes la reunión y largarse a sus casas. A alguien se le debió de ocurrir mi nombre y, por no discutir, aceptaron todos. Aun así, está muy bien.

--¿Qué ha sentido al verse otra vez bajo los focos?

--Se me han reactivado las ganas de hacer algo de nuevo, aunque después de estar fuera tanto tiempo me siento como un jugador cuando sale de una lesión. Tendría que probarme antes, y eso me da cierto miedo.

--¿Dónde se imagina?

--Lo que más me apetece es hacer radio, un medio en el que nunca he trabajado. Prefiero eso a salir en imagen. No me veo haciendo las entradillas que hacía delante de la cámara. Dentro de poco andaré con bastón y la estampa podría resultar poco televisiva. Me gustaría colaborar en la sección de deportes, comentar partidos de fútbol, que es una de mis pasiones. Entre usted y yo, a mí el fútbol me interesa mil veces más que el cine.

--¿Y ha recibido alguna oferta?

--Con ciertos grados de alcohol, alguna persona me ha propuesto algo en las últimas noches. Estoy esperando a que me lo vuelvan a proponer a otras horas del día, y en otras condiciones.

--¿Qué ha sido de usted estos años, desde que dejó la tele?

--He andado entre Madrid y Berlín, que es donde vive mi hija. Tiene 19 años, así que he podido compartir con ella una época preciosa. Berlín es una ciudad fantástica, que me encanta, y en Madrid tengo a mi hijo mayor y a unos cuantos buenos amigos. Cuando estaba allí echaba de menos Madrid. Cuando volvía echaba de menos Berlín. Yo siempre he sido así de masoquista.

--¿A qué se dedica? ¿Qué hace cuando suena el despertador?

--Aunque no lo parezca, yo soy muy madrugador. En Berlín me despertaba para hacerle el desayuno a mi hija. Esa ciudad tiene la ventaja de estar muy bien preparada para la bici, así que he podido dar unos largos paseos en bicicleta. También hago abdominales a diario. En casa, nada de ir al gimnasio. En Madrid conservo un grupo de amigos, entre los que están Agustín Díaz Yanes y Javier Marías, con los que suelo hacer una cena casi todas las semanas, donde me lo paso muy bien. Sigo siendo un adicto al humor. Después de lo primero --el sexo--, lo que más me gusta en la vida es reírme. Bueno, ahora esto incluso más que lo primero. Digamos que me he dedicado a disfrutar de la vida, en la medida en que la vida se puede disfrutar.

--Acaba de cumplir 65. Ya es un jubilado. Lo llaman la edad dorada.

--Lo único positivo que le encuentro a eso es el bono del autobús. Del resto que dicen, nada. La jubilación te enfrenta a una realidad: estás más cerca del final que del principio. A mí me afecta pensarlo.

--¿Piensa en la muerte? ¿Y a qué conclusión llega?

--Me mueve a pedir un vodka martini.

--¿Se ha aburrido en estos años?

--Yo no me aburro nunca. Lo que sí me ha ido embargando es una cierta sensación de hastío. Yo suelo tener tendencias depresivas, que combato con los abdominales y la bicicleta. Me niego a los ansiolíticos y demás productos de farmacia. El día que la bici y los abdominales me fallen, tendré que replantearme la vida. Con la edad me han aumentado los índices de melancolía. Es mi colesterol particular. La melancolía es una enfermedad mortal, que solo desaparece cuando muere el que la padece. Has de aprender a vivir con ella.

--¿Ha ido mucho al cine?

--Me he aficionado a ver series