Una playa solitaria. Un guerrero. Aquiles, el de los pies ligeros. Tras él, muchos más. Enfrente otros tantos, liderados por Héctor. Batalla cruel y sangrienta. Desolación. Un cuervo arranca un ojo a un cadáver. Para conjurar la muerte, sexo. Como dirá Ulises, llevan 10 años de guerra «comiendo mierda» y «vomitando sangre» para conquistar Troya. Así impactan las primeras 36 páginas mudas de La cólera (Astiberri), bomba visual y narrativa llamada a ser uno de los cómics del año. Es la nueva obra del compenetrado tándem que logró el Nacional de Cómic 2015 con Las Meninas y que ahora da una vuelta de tuerca al imaginario homérico, para conducir al lector desde los parajes de la Ilíada y la Odisea, al Inframundo, pasando por una sociedad futurista que es la actual, de privilegiados pisando a desheredados. Temen destriparla, confiesan el dibujante Javier Olivares, desde Madrid, y el guionista Santiago García, desde EEUU.

«La obra de Homero está en las raíces de la cultura de Occidente y de Europa. Tiene un eco en lo que pasa hoy, somos hijos de la cólera de Aquiles. Miles de años después volvemos al mismo escenario, a las mismas guerras. Como el conflicto entre Grecia y Turquía con los refugiados. La tragedia griega, el mito del eterno retorno está ahí», constata Olivares. No es el coronavirus, pero se muestra la peste diezmando a los guerreros. «Es una fatalidad casual. Al final, los problemas a los que nos enfrentamos a lo largo de los siglos son los mismos».

«Teníamos muy presente el tema de los refugiados -retoma Santiago García, citando el cómic La grieta, de Carlos Spottorno y Guillermo Abril-. Sigue ahí, unido a lo que significa Europa». También la cólera, sobre cuya pista le puso el filósofo Peter Sloterdijk. «Dice que la palabra fundacional de Europa es cólera. Y con ella arranca la Iliada. De ahí la cólera en la que se funda nuestra sociedad. Los personajes y conflictos de Homero son los de hoy. Por eso sigue siendo moderno y relevante», afirma García, autor, con Pepo Pérez, de El Vecino, ahora en Netflix.

Y en esa modernidad cabe un Aquiles dual que, además de guerrero que comparte lecho con la esclava Briseida y su compañero de armas Patroclo, fue mujer. «Está en los textos clásicos que se ocultó disfrazado de mujer en el harén del rey Nicomedes para que Ulises no le reclutara para la guerra. Le llamaban Pirra -desvela García-. Aquiles es más que un guerrero superbruto, está lleno de matices y cualidades refinadas. Eso nos permitía un personaje más allá de los roles de género establecidos. Viene de un mundo pregénero». Y, como mujer, sufre violencia machista en ese futuro heredado por sus hijos. «Así se pone en el lugar del otro, también del refugiado, y siente empatía», señala Olivares.

Víctimas, no héroes

«Era fácil caer en la fascinante épica griega de las luchas -añade-. Pero la guerra produce víctimas, no héroes. Al hombre le es difícil no caer en la violencia y la ira. La guerra siempre está latente, oyes su run run bajo la apariencia de civilización. Lo dijo Homero: la cólera, irracional y absurda, es consustancial al ser humano». García coincide. Y cita a Alessandro Baricco. «Dijo que la Ilíada creó la cultura de que la violencia es seductora, cuando son hombres violentos que cometen actos atroces. Para superar eso apela a crear una paz que sea tan bella como la guerra».

García ve «estúpida» la cólera de Aquiles, «una rabieta cuando Agamenón le ofende quitándole a Briseida. Está aburrido de la guerra y lo usa como excusa para dejarla. Siente placer en luchar y matar, pero también en el amor. Y ahí el dilema: vivir tranquilo y olvidado por la Historia o morir joven y pasar a la posteridad. Cuando decide lo primero, muere Patroclo y decide vengarle, aún sabiendo que morirá. No puede escapar a su destino».

«Las ideas más potentes están en lo visual. Con el rojo como línea de continuidad: el fuego, la sangre, la cólera. Es un libro emocional, trágico, visceral», señala Olivares, que ha dibujado uno a uno a los miles de muertos: «No quería que fueran una masa. Como las listas de muertos de la Ilíada o como hizo Bolaño en 2666 con las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez». Muerte, y vida. García resume la obra con una frase de Penélope: «¡La vida es tan corta! ¡Quien no tiene piedad para sí, tampoco la tiene para los demás!».