Hollywood celebra hoy en el Dolby Theater de Los Angeles su fiesta grande, y lo hace eufórico. En esta 85 edición de los Oscar hay indiscutida calidad (aunque muchas buenas películas hayan vuelto a quedar). Las principales candidatas llegan avaladas por crítica y público, y han alimentado el entusiasmo por el cine, en muchos casos impulsado por polémicas sobre la responsabilidad de la ficción con la historia o la realidad, que han sacado entretenimiento y arte de la sala oscura.

Si algo hace emocionantes estos Oscar, en lo que a fiesta se refiere, es que por primera vez en años presentan incertidumbres suficientes como para sumar el dulce aditivo de la sorpresa, cada vez más un producto de lujo. La gala promete ser larga en un año de homenajes al género musical y a la saga Bond, pero hay expectación por ver cómo se desenvuelve en la presentación Seth MacFarlane, creador de la ácida Padre de familia . Y, sobre todo, por ver cómo se resuelve el duelo del año que enfrenta a Lincoln y Argo , a Steven Spielberg y Ben Affleck (aunque este no figure en el quinteto de directores).

Mientras una agria polémica sobre la descripción del papel que la tortura tuvo en la localización de Osama Bin Laden ha enterrado casi todas las opciones de La hora más oscura , las quejas por los fallos históricos de Lincoln y Argo no han hecho tanta mella. Han corrido ríos de tinta y bits, pero, como reflexionaban ayer dos críticos de The New York Times , muchos creen que "no se puede culpar a los cineastas si a veces confundimos el mundo real con sus representaciones". Y Hollywood esta noche dirá si comparte o no su opinión de que "son periodistas y políticos quienes nos deben la verdad".

Una avalancha de premios gremiales da como favorita a la recreación del rescate de seis diplomáticos en Irán producida por George Clooney, pero Disney no ha tirado la toalla buscando convertir Lincoln en la mejor película (una de sus 12 nominaciones). Y gane quien gane, habrá sido una batalla costosa: cada una ha gastado 7,5 millones de euros buscando votos.

Queda espacio, además, para más sorpresas, como que triunfe El lado bueno de las cosas , la comedia amable e inteligente de David O'Russell que ha logrado lo que nadie desde Warren Beatty y sus Rojos: nominaciones a mejor película, director, guion y las cuatro categorías de interpretación. Michael Haneke y su elogiada Amor podrían conseguir lo que solo hizo en 1955 Marty: que una película premiada en Cannes fuera la elegida por Hollywood, enterrando la histórica resistencia de su industria a entregarse al cine de más allá de sus fronteras. Y mientras nadie apuesta por el Oscar gordo para el musical Los miserables (por