Que The burning plain , presentada ayer a competición en la Mostra, hubiera despertado tantas expectativas durante los últimos días a pesar de ser una ópera prima debería ser una sorpresa, pero no lo es, y solo en parte porque está protagonizada por una mujer que es toda una estrella, Charlize Theron, y por otra que lo fue, Kim Basinger. Su presentación significaba, sobre todo, someter a juicio a su director, Guillermo Arriaga, guionista de las películas de Alejandro González Iñárritu y, por tanto, corresponsable de un tipo de cine que en los últimos años se ha convertido en algo parecido a una moda.

Desde el notable éxito de la trilogía formada por Amores perros , 21 gramos y Babel y, sobre todo, desde el sonado choque de egos que ambos mexicanos protagonizaron hace un tiempo y que acabó en ruptura, se ha especulado acerca de cuánto de ese triunfo era atribuible a cada uno. Quizá resulte aclaratorio decir que The burning plain comparte numerosos elementos con esas predecesoras y con Los tres entierros de Melquíades Estrada , magnífica película también escrita por Arriaga, quien, de nuevo, rompe la linealidad narrativa en busca de una complejidad que quizá no estaría ahí si las cosas se explicaran como Dios manda.