Cuando abre un centro comercial, la gente se agolpa a las puertas y lo convierte en un espacio de ocio. En algunos hay cines con los últimos estrenos en versión doblada y restaurantes, muchas tiendas de ropa, quizá algún lugar donde dejar a los niños. Los sábados van a dar una vuelta por allí. Y alguna tarde. Cuando no hay nada que hacer.

Mis hermanos y yo íbamos a la librería. Seguimos yendo a las librerías. A veces compramos. A veces no. A veces compramos y pagamos cuando podemos. A veces nos guardan un libro durante ocho meses. Nos hablan de presentaciones, de distribuidoras, de monopolios de distribuidoras, de catálogos cuidados, de qué libro es mejor para ese niño que acaba de cumplir cinco años. En algunas hay figuras de Tintin, Batman, Betty Boop, Twin Peaks.

A veces se mueren tus libreros y los echas de menos cada vez que entras, como a Ángel Gata, de Universitas, o a Pepa, la perra de La Librería, que ha cambiado de ubicación y ahora está en la calle San Salvador de Mérida, pero con la misma ilusión que hace 20 años.

Cierran muchas, pero siguen abriendo. En el número 5 de la calle Romero Leal de Mérida acaba de hacerlo La selva dentro, por la que han pasado ya los escritores Xavi Rosell y Juan Ramón Santos y en la que hoy leerá sus poemas Ben Clark. El martes que viene andará por allí Felipe Zapico con su ‘Amoribundia’.

En Cáceres, también (qué casualidades) en el número 5, pero de la calle León Leal, hoy se inaugura El pájaro azul, con su mesita pequeña para niños, su sillón para leer y todo el gusto decorativo de Inmaculada Blanco, que hace magia con las manos y que cuida también el catálogo de pequeñas editoriales.

Mi yo pragmático dice que es un suicidio económico. Mi yo combativo, que es más grande, piensa que abrir una librería (ser autónomo en España, arriesgar el poco dinero que se tiene, hablar con distribuidoras y editoriales, pagar los libros por adelantado sin saber si los vas a vender, comprar materiales, estanterías y hasta fregonas) cree que es un acto de resistencia y de esperanza.

Consumir es un acto político.

Comer es un acto político.

Comprar ropa es un acto político.

Darle a un click para comprar un libro en Amazon también es un acto político.

Les voy a contar un secreto: no pasa nada por esperar uno, dos o cinco días a que llegue un libro. No te mueres, no te despiden del trabajo (si es que tienes uno), no te diagnostican una enfermedad crónica. No ocurre absolutamente nada. Solo el deseo. Nada más.

El sistema es una mierda, sí. Hace falta un debate sobre las grandes compañías, sobre el precio del libro, sobre la gratuidad de la cultura, sobre los centros comerciales, sobre el neoliberalismo, sobre la bajada o congelación de los sueldos, sobre el paro, sobre la poca valoración del trabajo intelectual y lo que cuesta (en términos económicos) el trabajo intelectual. También sobre el papel de los gobiernos de todas las administraciones. Las implicaciones del capitalismo tras una década o más de crisis ya las conocemos. Pero las decisiones individuales diarias sí que tienen su responsabilidad en el mantenimiento del sistema. La maquinaria la engrasamos entre todos.

Recuerdo a la librera de A punto (especializada en gastronomía, en Madrid) diciéndome que ellos no podían competir con los descuentos sistemáticos de las grandes corporaciones. Pero Amazon, a pesar de que ahora tenga una quincena de librerías físicas en Estados Unidos, no es una librería: vende libros como vende estanterías o pulimentos para el coche, sofás, teteras o paños de cocina.

Recuerdo, he dicho. Entré, compré un libro, estuvimos hablando una hora y media de cocina, de gatos, de perros, de abandono animal, de historia del arte. Regresé a por otro a los dos días. En Extremadura, abrazo a Inma, que me enseña cómo está decorando la librería. Hablo con Antonio en la feria del libro de Cáceres. María nos hace una foto a Chema Cumbreño y a mí. José María Casado me habla del campo, beso a Julia rápidamente mientras envuelve, nos servimos un café, la niña de Mario y Majose me echa los brazos al cuello mientras hablamos de poesía. Nos mudamos con patatas de Malcocinado y cava extremeño para apoyar a Mariángeles y Vicente cuando se van de la calle San Francisco. Pasa un chaval de 23 años que lee a Carson McCullers. Tomas té en La puerta de Tannhäuser.

Comparen eso con un click en el ordenador porque, oh cielos, cuesta un euro más barato y no hay que salir a la calle.

Hoy comienza la feria del libro de Badajoz. Habrá descuentos del diez por ciento en todas las casetas. Hablen con los libreros y las editoriales. Ojeen, hojeen. Vayan a las presentaciones. Y, por favor, compren (y lean) todos los libros que se puedan permitir. La sociedad también se construye apoyando a los vecinos.

Ben Clark presenta ‘La policía celeste’. Viernes, 18 de mayo. 20.30 horas. Librería La selva dentro (Mérida).

Felipe Zapico presenta ‘Amoribundia’. Martes, 22 de mayo. 20.30 horas. La selva dentro.

Inauguración de la librería El pájaro azul. Viernes, 18 de mayo. 20.30 horas. (Cáceres).