Lo último ha sido lo de Schiele. Egon Schiele pinta desnudos. Murió en 1918, con 28 años nada más. Se enamoró de su modelo y se fueron a vivir juntos. Sin casarse. Y pintaba a mujeres desnudas. También a hombres. El escándalo. Wally y él tuvieron una relación que no acabó muy bien, porque él decidió casarse con otra, con Edith Harms. El año de su matrimonio, los dibujó a los dos, como una despedida: ‘La muchacha y la muerte’, se llamaba el cuadro, y los representaba a los dos. Wally se le aferra: él le toca el hombro. Su mirada es triste, o eso me parece (cada espectador construye luego los cuadros a su manera) y también parece que la consuela, aunque otros dicen que la rechaza. Desde luego, es un cuadro de despedida.

Pero nadie abraza así si no ama.

En el metro de Londres, los genitales están prohibidos. Y, para anunciar la muestra en el Museo Leopold, de Viena, se han tapado con un cartel en el que se puede leer: «Perdón. Cumple 100 años, pero hoy es demasiado osado». Han puesto el hagstag ‘ToArtItsFreedom’, con la que se está denunciando la ola de puritanismo que… La ola de puritanismo censor que, en nombre de muchas de las mejores libertades que ha logrado el ser humano (y, no se olviden: todo derecho que no se ejerce, se pierde y, tampoco se olviden, ha costado muchas vidas y mucha sangre y mucha represión conseguirlos), está acabando con todas ellas.

A estas alturas de su vida, una, con sus muchos tiros pegados, sus muchos museos visitados y su devoción absoluta por personas que, en la mayoría de los casos, pudieran tener comportamientos deleznables, en su época o en la nuestra (en su época, Verlaine y Rimbaud, por ejemplo. O Rimbaud incluso en la nuestra también. O los Guns ‘N Roses, que compusieron no hace tanto el ‘One in a Million’, de música maravillosa y de letra a la que, si se le otorga el significado literal, es una apología del odio brutal) pensaba que ciertos debates ya estaban superados desde hacía siglos. Si uno es artista pero es mala persona, ¿hemos de censurar su obra? Si muestran desnudos, o menores, ¿qué hacemos?

El Metropolitan de Nueva York lo ha tenido claro y menos mal: se ha negado a quitar de las paredes un cuadro de Balthus, ‘Thérèse soñando’, que muestra a Thérèse Blanchard, que tenía 12 o 13 años en aquella época, vestida, con las piernas subidas y su gato. Incita a la pederastia, dicen. A un joven de Jaén lo han condenado a pagar 480 euros por difundir un fotomontaje con su cara y la imagen del Cristo de la Hermandad de la Amargura. La dictadura de Franco cortó con sus tijeras películas como ‘Mogambo’, ‘Psicosis’, ‘Casablanca’ o ‘Con faldas y a lo loco’. En 1939, para celebrar la Fiesta del Libro, el Sindicato Español Universitario quemó a Voltaire, Lamartine, Marx, Freud o Rousseau. En Barcelona se destruyeron toneladas de libros de editoriales y bibliotecas públicas y privadas. ‘La Celestina’ desapareció de los catálogos bibliotecarios. Ahora, Gallimard no edita el Bagatelas para una masacre de Céline por antisemita. Se han eliminado las obras de Kevin Spacey y Louis CK de Netflix y de HBO. La National Gallery de Washington ha cancelado las exposiciones de Chuck Close, acusado de conducta inapropiada, lo mismo que Thomas Roma, de quien también ha cancelado la exposición de fotografía.

Es lo mismo que cuando se encargó a Daniel da Volterra que pintara telas sobre ‘El juicio final’ de Miguel Ángel en tiempos de Pío V, en el siglo XVI. Y lo estamos viendo normal y deseable.

Que la historia es pendular, ya lo sabemos. Que las crisis económicas transforman a la población en conservadora, también. Pero lo que no existía antes es este caldo de cultivo bronco de redes sociales, ni expertos pendientes de la opinión de un puñado (aunque sean miles) de ciudadanos anónimos en Twitter, hablando de lo que no saben porque han leído un titular en un periódico. Hemos cambiado el modo hasta de ver los debates políticos: los vemos y tuiteamos, a la vez. «En el Estado español, en pleno siglo XXI, no se respeta el derecho a la libertad de expresión. Actualmente, más de 20 artistas (poetas, raperos, titiriteros, etc…) se enfrentan a condenas de prisión y elevadas multas». Así comienza el manifiesto que convoca a la ciudadanía a movilizarse en diferentes ciudades del Estado y del mundo (en las embajadas de España) los próximos 13 y 14 de febrero a las siete de la tarde para protestar por el «jaque del Gobierno español a la libertad de expresión, información e ideológica».

¿Cómo podremos trabajar? ¿Qué obras de teatro se podrán escribir, si sigue así esto? ¿Podremos escribir sobre el abuso desde el punto de vista del maltratador? ¿Qué letras podrán componer los grupos de rock y los cantantes de rap? ¿Tiene cabida en el siglo XXI el arte figurativo con un desnudo? ¿Qué hacemos con los niños en la playa de Sorolla? ¿Y con Alicia en el País de las Maravillas? Slugger O’Toole dibujó una viñeta en blanco en el New Yorker hace ya dos años. Decía: «Por favor, disfrute esta viñeta cultural, étnica, religiosa y políticamente correcta responsablemente. Gracias».