En esta película indie de Islandia (¿cuántas hemos podido ver fácilmente?), una madre de dicho país con problemas económicos y una refugiada de Guinea-Bisáu cruzan sus vidas en circunstancias incómodas. Pequeños actos de amabilidad mutua amortiguan durante un tiempo la dureza de una realidad injusta. La trama del debut de Isold Uggadottir, premiado en Sundance y Gotemburgo, puede abusar de las casualidades, pero las buenas interpretaciones logran paliar la incredulidad. Para creer un poco, durante unos minutos, en el ser humano.