LLa brújula que muchos utilizamos para orientar nuestra vida parece, a veces, estar manipulada por alguien que coloca un imán debajo y se muere de risa viendo cómo finalmente alcanzamos algo que no tiene nada que ver con lo que nos habíamos planteado".

Con estas palabras, el sevillano Juan Ramón Biedma presentó ayer su novela El imán y la brújula (Ediciones B), que, al igual que sus dos obras anteriores --El manuscrito de Dios y El espejo del monstruo --, toma como base los preceptos básicos de la auténtica novela negra. Aunque, en esta ocasión y manteniéndose fiel a la "desvergüenza" con la que afirma acercarse al género, ha optado por entremezclarlo con personajes y acontecimientos históricos reales.

El relato, que el autor define como "histórico criminal", se adentra en la Sevilla de 1926 para narrar la vida de Ector Mena (así, sin hache), un exprofesor de historia que se dedica al pequeño contrabando tras cumplir condena por desertar de la guerra de Marruecos. Todo se complica cuando es requerido para localizar dos películas que, junto con una tercera, constituyen una trilogía filmada 14 años antes bajo los tres nombres del marqués de Sade.

INTERACCION Paralelamente, Biedma presenta a Jacinto Ortega, un criminal aparentemente monstruoso que se dedica a degollar niños para extraer su sangre, pero que no deja de ser una víctima de su propia situación. Es un personaje clave desde su punto de vista porque le permite cierta interacción con los lectores: "Con Jacinto he querido provocarme a mí mismo y al lector para ver si entre todos descubrimos cómo puede haber alguien que, cometiendo crímenes tan atroces, pueda despertar un mínimo de compasión".

Aunque, afirmó, lo más complicado fue "no solo el trabajo de documentación requerido por cualquier novela histórica, sino también el tener que verificar cada dato para hacer creíbles incluso los diálogos". Para ello, Biedma consultó a familiares de aquellos que intervinieron directamente en los acontecimientos que describe, especialmente en la guerra de Marruecos, de la que él habla como "nuestro Vietnam particular".

Para el autor, que en 2004 obtuvo la mención especial del jurado en la Semana Negra de Gijón, el buen momento que parece atravesar la venta de libros de este género demuestra que "la innovación estilística funciona". Añadió que se hace necesario "desterrar la dicotomía que ha existido entre la novela literaria y la policiaca o de espías".

En su apuesta por la mezcla, explicó que el secreto del éxito puede estar en emplear las bases de la novela negra como si fueran el bajo y la batería en una canción, "que no siempre se escuchan pero sirven para dar ritmo a la melodía y sintonizar con el oyente".