La exhibición de los restos recuperados del barco que en abril del 2015 naufragó cerca de Libia con más de 700 inmigrantes a bordo (Barca nostra, de Christoph Büchel) es la más expresiva muestra de que el arte no siempre es un abstracto reñido con su contexto, pero no es una anécdota en esta 58ª Bienal de Venecia, edición estrechamente ligada a los tiempos que le sirven de asiento. Por supuesto, no es casualidad: si no dice lo suficiente el sugestivo título que el comisario neoyorquino Ralph Rugoff escogió para la muestra, May you live in interesting times (Ojalá vivas en tiempos interesantes), lo dice el mismo Rugoff cada vez que tiene ocasión: muchos de los artistas escogidos, subraya, «exploran historias problemáticas y situaciones sociales» de la actualidad. Lo hacen con perspectiva e interés por la complejidad, justo en los tiempos de las noticias falsas y las verdades simples de 140 caracteres.

La Bienal abrió el pasado viernes y cerrará sus puertas el público el 24 de noviembre, pero como de costumbre, Venecia saborean con deleite los días previos a la apertura. Los vaporettos van marcados todos con publicidad del acontecimiento y los turistas del arte parecen querer diferenciarse de los turistas rasos exhibiendo las bolsas de tela que regalan en todos los pabellones. El jueves ya resultaba tumultuosa la experiencia de caminar por el Arsenal, que acoge el grueso de la muestra comisariada por Rugoff, y las inauguraciones se suceden una tras otra al son que marcan los combinados bellini. En este ambiente, la realidad irrumpe con su demoledora crudeza. Inmigrantes dejados a su suerte en el mar. Racismo. Censura. Guerra. Extinción de las especies.

Si existiera un premio del público, en la baraja de finalistas estaría la artista india Shilpa Gupta, al menos a juzgar por los comentarios escuchados al vuelo entre los visitantes de Porque, en tu lengua, no puedo encajar, denuncia de la censura que documenta los casos de 100 poetas encarcelados por su trabajo entre el siglo VII y la actualidad. Un centenar de micrófonos cuelgan del techo y un centenar de aguijones brotan del suelo con una hoja de papel ensartada, donde figuran el nombre del poeta, un poema de su autoría y las fechas de su encarcelamiento. De los micrófonos brotan voces que leen los poemas. «Las restricciones políticas y sociales que han sufrido los poetas» es una de las inquietudes de cabecera de Gupta, según dice ella misma, seguramente consciente de hablar de la censura en un mundo con tendencia a ponerla en práctica con sospechosa asiduidad. Ni el siglo XXI se ha librado.

Unos metros más allá está el infaltable Christian Marclay, que presenta en la ciudad de los canales su última obra, 48 películas de guerra, desafiante instalación visual, cacofónica e inmersiva al mejor estilo Marclay; y un poco más allá, el estadounidense Anthony Hernández con sus fotografías de lo que considera las ruinas romanas modernas, es decir, las que han dejado los fallidos proyectos de renovación urbana; y más allá todavía Tavares Strachan, el artista de las Bahamas que se materializa en la muestra con su denuncia del racismo a través de la figura de Robert Henry Lawrence, el primer astronauta negro, fallecido en un accidente que en su día muchos celebraron (su mujer recibió una carta, explica la muestra, en la que alguien expresaba su alegría porque así «no habría negratas en la luna»).

Esta Bienal es una Bienal de nuestros tiempos. Aborda también el conflicto de Oriente Próximo a través de las fotografías de Rula Halawani (El muro y El muro de noche); el drama de los desposeídos de Calcuta a través de las imágenes y el trabajo paciente de Soham Gupta (Angustia); el problema de los mamíferos europeos en vías de extinción con la serie de esculturas perturbadoras de Jimmie Durham.

Todo lo cual, sin embargo, no tiene significado sin un público que lo interprete. Ya lo dice Rugoff: «Lo más importante de una exhibición no es lo que pasa dentro de la galería, sino cómo el público usa después su experiencia para reconstruir las realidades del día a día desde una más amplia perspectiva». Sea.