Recuerdo a Joe Strummer. No como la estrella de rock que era. El cantante de The Clash. No. Recuerdo al viejo amigo, a aquel estúpido inglés que me preguntaba cosas sobre Federico García Lorca, su inquietud por el castellano, su melancolía por la vida, su pasión por Granada, una ciudad que él no conocía cuando compuso una de sus mejores canciones, Spanish Bombs . Ahora que se cumplen 10 años de su muerte, me acuerdo inmensamente de él... Y recuerdo un día en que me dijo, desde el Sacromonte, enfrente de La Alhambra, mientras sucedía una hermosísima puesta de sol: "Si mi hermano mayor hubiera visto esta puesta de sol, nunca se habría suicidado". Luego suspiró, echó a andar cuesta abajo y me dijo: "¡Qué hermoso es estar vivo!"... "How wonderful is to be alive!" .

El día en que Joe Strummer murió, me acordé de ese instante. Fue lo primero que se me pasó por la cabeza cuando, desde Londres, un hermano mío me llamó por teléfono, recién descabezada la mañana del 23 de diciembre del 2002, y me dijo: "La BBC está anunciando que Joe ha muerto, que murió ayer por la tarde". Se me vino entonces a la mente su sonrisa franca, ternura, su sabiduría de forajido del rock, y aquella genialidad inglesa que tenía para ponerle nombre a todas las cosas. "How wonderful is to be alive!" ... "¡Qué hermoso es estar vivo!".

Strummer amaba, ante todo, la vida. La lucha. Creo que por eso le gustaba tanto García Lorca. "Solo el misterio nos hace vivir, solo el misterio", había escrito el poeta en uno de sus dibujos. Joe tenía esa frase y ese dibujo lorquiano en uno de sus cuadernos interminables. Lo había copiado y quería saber el significado de la frase. Yo, por aquel entonces, era su profesor de castellano. Le dije: "Only mistery keep us alive, mistery only"...

Pero, si de todos los recuerdos que tengo de Joe Strummer debo quedarme con uno, me quedo con otro. El del día en que cumplió 40 años. Fue un divertido y extraño 21 de agosto de 1992. Joe había llegado a Granada con su esposa de entonces, Gaby, y sus dos hijas, Jazzy y Lola, y un par de parejas inglesas más. No estaba bien. Lo encontré muy deprimido cuando nos volvimos a ver en el bar de un hotel de la ciudad. La canción Should I Stay or Should I Go era entonces un enorme éxito comercial gracias a un anuncio de vaqueros en televisión. The Clash ya era una banda que gozaba del mismo estatus que U2 o los Rolling Stones. Pero Joe pasaba por una depresión fatal. Gaby, su esposa, me dijo: "¿Por qué no hablas con él y tratas de animarlo? Eres uno de sus mejores amigos y a ti quizá te escuche...".

MUCHOS AÑOS ANTES, Joe y yo nos habíamos hecho íntimos amigos. Desde nuestro primer encuentro, en octubre de 1984, cuando Strummer apareció perdido en un pub de Granada buscando a una banda de rock granadina, 091, en la que militaba mi hermano Antonio como bajista, conectamos enseguida por una razón muy simple: yo era uno de los pocos músicos de la ciudad que hablaban un inglés comprensible. Me convertí en su intérprete y en su profesor de castellano. Era un poco su cicerone. Al cabo de unas semanas, me pidió que le enseñara español y me dijo que me pagaría. Yo le dije que mi sueldo era que, a cambio de dos horas diarias de castellano, él tenía que darme una hora de charla sobre la historia de The Clash. Curiosamente, aceptó. De todas aquellas tardes de charlas y conversaciones surgió una verdadera complicidad alimentada por nuestra mutua pasión por los Rolling Stones, nuestra banda favorita. Una tarde, en una fiesta, antes de que llegase el público, los dos nos pusimos a tocar las canciones Around and around y Not fade away . Fue nuestro secreto.

Nuestras conversaciones siempre giraban en torno a mujeres, Rolling Stones, García Lorca o las revoluciones sociales. Una vez me dijo: "Jesús, tu banda, TNT, no me gusta nada porque suena tan mierda como The Clash, pero algún día tenemos que hacer canciones juntos. Tú haces la música y yo escribo la letra". Y esa fue una promesa que siempre mantuvimos, pero que nunca llegó a realizarse.

Doy un salto en el tiempo y regreso a aquel 21 de agosto de 1992. Noté a Strummer francamente deprimido en aquel hotel granadino. "Tengo 40 años y no he hecho nada en mi vida", me dijo en inglés. Y realmente se sentía mal. Gaby, su mujer, me lo corroboró: "Lleva varios días así". Y ella me hizo un gesto para que hablase con él. Recuerdo que le dije a Joe que era un tío importantísimo en la música, que había influido en millones de músicos, que era un amigo genial, que había escrito canciones revolucionarias que estaban cambiando la mentalidad de la gente y que, lo más esencial, había escrito canciones que me habían cambiado a mí.

Me miró incrédulo e irónico y me dijo: "Shit, I'm sorry, I shouldn't be like this" (mierda, lo siento, no debería ser así). Y luego su coletilla humorística que siempre utilizaba conmigo por llamarme Jesús: "Thank you Jesus, thank you Lord" (que suena en la canción The sound of sinners del disco Sandinista! , que compuso tres años antes de conocerme a mí). A Joe le parecía muy divertido que yo me llamase Jesús. Solía referirse a mí como "Jesus Arias Christ" , o "God" , y a veces, cuando nos encontrábamos después de mucho tiempo, se arrodillaba al verme y me decía: "Pardon all my sins, Jesus" ("Perdona todos mis pecados, Jesús)". Aún sonrío cuando recuerdo esos detalles. Habíamos decidido almorzar ese día en una terraza de la plaza del Campo del Príncipe, uno de los lugares más visitados de Granada y con mucho encanto. En verano, es un sitio delicioso para ir a comer, a tapear, a disfrutar del sol, beber buen vino o cerveza.