El realizador aragonés José Luis Borau, reivindicó ayer, en su discurso de ingreso en la Real Academia Española (RAE), la importancia del cine como "arma de expresión, omnipresente en el habla y la literatura". El responsable de películas como Furtivos o Tata mía , que ocupará el sillón B mayúscula, vacante tras la muerte del también director, guionista y escritor Fernando Fernán Gómez, su anterior ocupante, jugó en su discurso con expresiones procedentes del cine y que la sociedad ha integrado como suyas e instó a incluir en el diccionario términos como landismo o berlanguiano.

El director, que también ha frecuentado la narrativa, la producción y hasta la distribución, estuvo flanqueado por muchos de sus amigos como Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime de Armiñán y Ventura Pons, Iciar Bollaín y Jaime Rosales.

Mario Vargas Llosa, encargado de darle la réplica, destacó "la larga travesía por la incomprensión e indiferencia" que el realizador ha debido soportar en su larga trayectoria.

Pese a ello, Borau no hizo otra cosa que demostrar su buen humor en uno de los discursos más amenos e ilustrativos que se recuerda en la Academia. "A nadie le gusta ser el malo de la película", ni sentirse "solo ante el peligro", especialmente si "no está cerca el séptimo de caballería", dijo. Y así fue convocando personajes como el sheriff, las vampiresas, los frikis, Tarzán y la mona Chita y a Bambi, el cervatillo "que por azares de la política, ha dado un vuelco guiñolesco para verse reducido a la triste condición de mote".

EXTRANJERISMOS A más de un académico se le tuvo que atragantar la defensa que el director hizo de algunos términos extranjeros que han terminado formando parte del habla cotidiana. El no cree que thriller sea lo mismo que película de suspense y opina que flash-back, cameo, gag, ralentí o remake son difíciles de sustituir. Erudito y a la vez popular, explicó la inmensa influencia que alcanzaron los actores de cine convertidos en estrellas (el masculino astro dejó de utilizarse muy pronto) y por extensión esa palabra se aplica hoy a "deportistas, arquitectos, escritores y políticos".

Y una anécdota: la expresión "en dos palabras: im-posible, injustamente atribuida a Gil y Gil, se debe en realidad al productor Samuel Goldwyn, judío polaco que nunca llegó a dominar el inglés y que la soltaba cuando consideraba inviable alguna sugerencia".