La esperadísima Alicia en el país de las maravillas , versión Tim Burton, cumple todas las espectativas y en algunos puntos las supera, con un espectáculo brillante y preciosista que ofrece lo mejor de un director tan particular que hace parecer nuevo todo lo que toca. Burton retoma y reinventa la historia con una Alicia ya mayor, de 19 años, a la que han diseñado una vida perfecta en la Inglaterra victoriana, pero a la que la aparición de un ratón blanco vuelve a arrastrar a un mundo de fantasía del que nada recuerda.

Y como un mago, Burton comienza a sacar sorpresas de su chistera en forma de personajes modernizados, paisajes pasados por las últimas técnicas multicolor que ofrecen los programas informáticos y escenas con una enorme potencia visual y cinematográfica.

Colores supersaturados en un inalcanzable abanico cromático, flores y naturaleza imposibles, personajes que caminan entre el surrealismo y lo kitsch con una equilibrada mezcla entre dibujos animados y humanos con aspecto animado y una técnica que hace posibles todos los excesos imaginados por el director.

Pero todo eso no sería suficiente sin el reparto adecuado. Y ese es sin duda el mayor acierto del realizador.

La joven Mia Wasikowska aporta la ingenuidad y fuerza necesaria para un personaje como el de Alicia, que ha tenido muchas caras y que por ello se hacía muy difícil de interpretar.

Johnny Depp saca a relucir su lado más gamberro y construye un Sombrerero digno de entrar en la galería de personajes más freaks del cine. Pero por encima de ellos brillan las dos reinas, como no cabía esperar de otro modo en el mundo de las maravillas.