A Margaret Atwood (Ottawa, 1939) los versos le brotan de la cabeza y pasan al papel sin que sepa si tendrán una coherencia, un tema común con otros, ni siquiera si podrán formar un libro. "Las palabras son las que te van conduciendo, a diferencia de la novela", afirma, pocos días después de que su último poemario, La puerta , una obra del 2007, haya sido publicado en castellano por Bruguera.

Atwood, que hace poco más de seis meses fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, empezó a escribir poemas a los 16 años, pero tardó 10 en publicarlos. Al igual que fue una lectora compulsiva de todo lo que caía en sus manos, también ha sido una escritora prolífica de novelas, crítica literaria y activista política de casi todas las causas que convulsionaron al siglo XX.

"Cuando era joven escribía más poesía, me costaba más escribir novela. En los últimos 10 años es al revés", explicó ayer a través de una videoconferencia desde el gélido, según comentó ella con envidia hacia el clima español, Canadá.

"Probablemente se escriba más poesía en momentos difíciles, de más presión sobre las personas", añade. "Hay que meditar sobre el destino, el mundo, y probablemente sobre estas cosas se reflexiona cuando las cosas no van bien". Cree que, al menos en su caso, todos los géneros merecen el mismo reconocimiento, pero la poesía "es emoción" y "está muy cercana a la música".

Detallista en el cuidado de cada palabra y cada verso, la escritora varia veces candidata al Nobel traza en La puerta un panorama desde sus recuerdos de la infancia hasta los asuntos relacionados con la vejez, sobre la que es "doloroso" escribir. En medio, sus reflexiones sobre el amor o el medio ambiente, una nueva causa que ha abrazado con un renovado entusiasmo.

FUTURO Autora de novelas como Oryx y Crake , Ojo de gato , El cuento de la criada o El asesino ciego , Premio Booker 2000, Atwood acumula una experiencia vital que le hace bascular entre las ganas de vivir y la brevedad del futuro. "Por una parte está el deseo de vivir eternamente, de pasarlo bien, y por otra cierta nostalgia y algo de miedo al futuro en la medida en que a los 70 años uno tienen más pasado que futuro".

En todo caso, señala que "todos los escritores son optimistas". Otro asunto es si habla la Atwood ciudadana. Ella no se deja arrastrar por el mal momento de la economía. Confía en la capacidad del ser humano para enfrentarse a los problemas pero duda de que haya entre los gobernantes "voluntad política" para solucionarlos.